Juego de Seducción

Me caen bien los argentinos. Siempre me han agradado por las mismas razones por las que les caen mal a muchos chilenos: por esa hiper seguridad y auto bombo desvergonzado con que se venden a sí mismos y sus logros. Lo supe desde que conocí en la revista ‘Condorito’ a ‘Che Copete’, pasando por las muchas chicas que me gustaron en vacaciones (y que soñaban con algún Diego, Facundo o Ramiro de acento inconfundible), hasta llegar al rock trasandino y su astuta forma de venderse como EL rock de Latinoamérica, sin necesariamente serlo.

A veces, ganas no faltaban de odiarlos por quebrados y farsantes, pero todo eso cambiaría al saber de la existencia de Gustavo Adrián Cerati Clark. El sábado pasado lo vi por enésima vez (Arena Santiago) y me cuestionaba porqué no me cae mal con lo arrogante que es. Y creo que una respuesta satisfactoria es: porque se cree exactamente todo lo grosso que realmente ES.

Me acuerdo que alguien decía que cuando los gringos veían a JFK, veían lo que ellos deseaban ser, pero cuando veían a Nixon, sólo veían lo que en verdad eran. Con Cerati puede ser parecido. Yo veo un ideal de lo que a mí me gustaría ser: un tipo relajado, moderno, inspirado, atractivo y por años, el único hombre de Cecilia Amenábar. Es difícil pedirle más a la creación. Tal vez lo mismo le pase a las chicas con él: más allá de su atractivo físico y sus composiciones imbatibles, lo ven como un objeto de deseo que precisan poseer antes que sus demás pares. Son tan competitivas ellas…

Como indiqué en este mismo blog en su debido momento, no enganché con las últimas acutaciones que vi del ex Soda. Me shockeé con la enorme diferencia entre el agresivo ‘Ahí Vamos’ y el cadencioso y sexy ‘Siempre es Hoy’. Derechamente sentía poco espontáneo su re descubrimento de la guitarra como centro de las canciones.

Pero el sábado fue diferente. Más allá de la grata compañía con que asistí, el prócer che venía con el disco ‘Ahí Vamos’ mucho más digerido y ultra premiado, por lo que no existía la presión de ‘demostrar’ algo. El éxito fue el mejor bálsamo para un Cerati que entró a la cancha sabiéndose el jugador más valioso. Y ahí yació la diferencia: no se hizo necesario tocar todo ‘Ahí Vamos’ para que nos quedara claro lo bueno que es, y cuando el público esbozó cánticos por Soda no hubo molestia ni incomodidad. Al final, todas esas canciones le pertenecen.

¿Mis favoritas? La partida con ‘Artefacto’ como buena postal del show, con un pie en el presente y otro en el pasado más inmediato; ‘Pulsar’, reconvertida al rock y olvidada como un viejo mantra electrónico; ‘Nuestra Fe’, que fue cantada sólo para MI (en agosto 2006, el homenaje a ‘Dynamo’ llegó con la gloriosa ‘Toma la Ruta’); la bellísima ‘Bajan’ de Spinetta, y el aplastante bloque final con ‘Crimen’, ‘Paseo Inmoral’, ‘Prófugos’ (con la cita a ‘Jean Genie’ de Bowie que han hecho todo el tour), ‘Puente’ y ‘Jugo de Luna’, con Gus jugueteando con los acordes de ‘Danza Rota’.

Cerati no permite que existan imprevistos. Su dominio de la escena es tal que, por momentos, el show se torna perfecto hasta lo predecible. La banda de apoyo comandada por Richard Coleman y Fernando Samalea volvió a probar que son el mejor soporte que el solista ha tenido en años. Y ante esa certeza, nuestro héroe manda saludos y besos, y hasta nos informa sin que se lo pidamos, que tiene un jacuzzi en el backstage. Cosas de rockstar.

¿Alguien extrañó a Soda? Vale, Ok. Yo también, es inevitable. Pero este es el mejor esfuerzo de la carrera solista de Cerati por causarnos amnesia. ¿Lo logra? Mmmm…