They Say Jump, You Say ‘How High’
SABADO, DIA 2 LOLLAPALOOZA
El relajo ha sido la tónica del viaje. Nacho y yo hemos optado por levantarnos tarde todos los días; después de todo, estamos de vacaciones. Pero hoy es la excepción: los Ting Tings son un imperdible y tocan antes de las 13 horas. Tomo algunos analgésicos para mi pie en desgracia, y vamos rumbo a la estación Jefferson Park. Al llegar ahí, una hora nos separa del downtown.
Evitaré los detalles, pero todo lo que pudo pasar para retrasarnos, ocurrió. Con la moral muy baja y algo de cojera entro al Grant Park a las 12:35. Increíble pero cierto: lo logramos. Corremos al escenario AT&T y logramos ubicarnos muy bien. Diez minutos después, Katie White y Jules De Martino están a la vista. ‘We Walk’ abre los fuegos para meternos en onda.
Los Ting Tings llamaron mi atención desde que vi la guapa estampa de Katie en una foto de Pitchfork tras su exitazo en el evento SXSW. Su nombre tan onomatopéyico se me quedó de inmediato. Y cuando escuché su música, sigo pensando en lo incomprensible que es que las radios más poperas no toquen su disco de corrido.
En vivo, la dupla confirma mis sospechas. La pegajosa ‘Great DJ’ se impone por sí sola en Chicago, aunque sus intérpretes no dan el triunfo por sentado: Jules marca el pulso y Katie salta y corre de lado a lado haciendo complejo el intento por sacarle fotos.
En rigor, son unos debutantes. Eso explica el horario, mas no lo familiares que son sus temas para el público masivo que lo corea todo y se ríe con las referfencias de Katie a la mejor calidad de los baños de este backstage (comparado con los de Glastonbury) o a la borrachera que se mandaron la noche anterior. Tras repasar su placa debut, ‘That’s not my Name’ marca un punto de inflexión. Una vez más, la canción suena a mil cosas que ya escuché y, sin embargo, sale airosa.
Luego, el grupo se juega por ‘We Started Nothing’, el sicodélico y extenso cierre de su única placa, pero antes de irse, se mandan una performance que ya es un ‘clásico’: ‘Shut Up and Let me Go’, su mejor canción, con el final de Katie golpeando animadamente un bombo. Esta canción es la pegada perfecta para ‘Take me Out’. No hay que ser John Peel para darse cuenta de que estos dos la van a romper en el corto plazo.
Me voy a recorrer el lugar. El destino es Kidzpalooza, una idea magnífica que da esperanza. Es un stage orientado a los niños de 12 años para abajo: ahí se les tiñe el pelo, se les ponen tatuajes temporales, se les enseña a estampar poleras, a rapear y a bailar break dance. ¿Qué tal? Es mi idea del paraíso si tuviera 10 años.
Foals comienza en el escenario Citi: había escuchado muchos comentarios positivos, pero opté por guardar puesto para ver a MGMT desde una mejor ubicación. Hace un calor violento y ello se traduce en que a mi alrededor hay abundancia de chicas más que lindas esperando en bikini y pegadas a sus pipas generando la mayor nube de marihuana de todo el evento. Cuando la dupla de Brooklyn toma el escenario MySpace, se escuchan gritos de excitación.
VanWyngarden y Goldwasser dicen ‘Hi, we’re Radiohead’ y aparecen apoyados por otros tres músicos de apoyo, uno de los cuales es un baterista salido de ‘Almost Famous’: pelo largo, bigote irónico, cintillo en la frente y una polera negra que dice ‘Heavy Metal’. MGMT capta perfecto la sensibilidad Sub 23 respecto del pasado: no hay división entre homenaje y burla a la hora de guiñar al pasado, sea en look, música o actitud.
El comienzo es sin prisa. ‘Of Moons, Birds and Monsters’ y la marchosa ‘Weekend Wars’ abren el show como si de una fogata en ácido se tratara. Es así: se equivoca quien crea que ‘Time to Pretend’ es el tema que los define; MGMT es jam, es libertad de estilos y no tienen la menor intención por estacionarse en uno solo. Alrededor mío, chicas con anteojos vintage y chicos con cintillos a lo Bjorn Borg corean las letras de ‘Pieces of What’, un lento con pasta de clásico de culto.
Seamos sinceros: en el CD debut de esta dupla hay tres candidatas a ‘canción del año’ que se descuadran tanto que hacen que el resto del set pase a segundo plano. Por eso, a los primeros acordes de ‘Electric Feel’ la locura de morenas, rubias, latinas y brunettes es total. Es el segundo orgasmo del fin de semana (después de ‘Serious’ de Duffy). Andrew juega con microsegundos de silencios y deja la pausa exacta para que el coro reviente en un público ávido de gritar “Uh!” y “Ah!“.
Ben no da descanso y sus teclados irrumpen con ‘Time to Pretend’, ganadora desde ya a la mejor intro de canción del 2008. Con la distancia del tiempo, uno suele recordar instantes muy puntuales de estas vivencias. La mía es estar en el centro de un desfile de cuerpos sudorosos, erráticos, decadentes y perdidos coreando “This is our decision, to live fast and die young”, mientras saltamos sin parar bajo el sol abrasador de Chicago. Inolvidable.
Tras el respiro de ‘The Handshake’, Andrew se pone un poncho aún más sicodélico para dar paso a la pistera ‘Kids’. Tanto él como Ben abandonaron sus instrumentos y se ponen en el centro del stage arengando a un público que ya perdió toda compostura y sólo salta y baila. Es el clímax. MGMT han hecho uno de los mejores sets de Lollapalooza 2008.
Hora de darse un par de vueltas: almuerzo de rigor con un litro de agua y deep dish Pizza para el bajón. Me voy a echar al pasto mientras suenan los muy indies Explosions in the Sky. Al otro extremo del Grant Park, Brand New convoca a la generación emo. En el sector de las firmas de autógrafos, MGMT agotan sus discos y se hacen esperar ante una fila de más de 100 personas.
Es momento de cruzar el parque de punta a punta porque se acerca el show de Lupe Fiasco. El meteórico éxito del artista local se grafica bien con sus presencias en el festival: hace dos años llegó acompañando a Kanye West y en el 2007, arribó como figura emergente. Como para marcar distancias, Lupe pone toda la carne a la parrilla: suena la música de ‘Rocky’ y él emerge vestido de elegante blanco dando un doble salto mortal, evocando sus célebres piruetas como amo del skate.
‘Kick Push’ rompe el hielo a gran nivel. Lupe no quiere que se note pobreza: hay una banda completa, corista de apoyo, otro MC y luego aparecerá un coro de nueve personas. Lupe lanza sus rimas con flow pausado, pero lleno de intención. El rapero no quiere parecer un predicador, pero al verlo cantando la reflexiva ‘Hip Hop Saved my Life’, es evidente que está más cerca de su fe musulmana que del hedonismo tipo 50 Cent o Snoop Dogg.
Se le suele criticar a los shows de hip hop que suelen volverse monótonos al cabo de un rato. Este rapero hace todo lo que está a su alcance por conseguir lo contrario: desde los beats tocados en vivo hasta la presencia del mismísimo Matthew Santos en el sólido final con ‘Superstar’. Lupe se vale del hip hop pero no sigue sus reglas; su prioridad no son la ostentación ni el arribismo tan típicos del género sino la mirada interior con sensibilidad pop.
Se va Lupe y la esperanza es que el sector se aliviane de gente para esperar con más espacio a Rage Againt the Machine. Craso error: casi nadie se mueve y el público se vuelve 95% de hombres. Me muevo unos pasos y me encuentro con mi partner Nacho. La previa se vuelve muy incómoda: cada vez estamos más apretados y en la cancha no sólo hay negros y latinos; está lleno de Frat Boys con sus vasos llenos de Miller, gorro al revés y listos para golpear todo lo que se les ponga por delante.
20:30 horas: una ensordecedora sirena se escucha por los cuatro costados del parque. El telón del escenario estremece con su estrella roja al fondo. Aparecen Zack, Tom, Brad y Timmy. El grito es un solo: “We’re Rage Against the Machine from Los Angeles, California”. El bajo distorsionado de Timmy C da paso a ‘Testify’ y comienza la hecatombe: contra mi voluntad, soy zarandeado de un lado a otro, me pierdo con Nacho y en cosa de segundos acabo casi pegado a la reja de adelante por el costado izquierdo.
Los cuatro minutos del primer tema se van en un instante y llega pegada ‘Bulls On Parade’. La locura es absoluta: muchas chicas que habían osado llegar hasta acá tratan de escapar, mientras se forman numerosos pogos en distintas zonas de la cancha. De pronto, antes del final, el cuarteto detiene la canción. Desde el escenario, Zack De la Rocha asume que la cancha se ha tornado peligrosa e indica que no seguirán tocando hasta que la gente deje de apretar a los de adelante.
Tras la pausa, suena ‘People of the Sun’: con una canción así, no hay llamado a la calma que valga. Sobre el stage impresiona la mezcla entre fiereza y precisión de la base rítimica: el tatuado (y siempre sin polera) Timmy C luce su cabeza calva y tiende a mirarse todo el tiempo con el batero Brad Wilk, cuya ejecución impacta por su violencia desmedida. Tras ‘Bombtrack’, la acción vuelve a detenerse: hay numerosos heridos en la carpa de la Cruz Roja, y el jefe de seguridad se reúne con la banda. Otra vez hay llamados a la tranquilidad. Pero bueno, a esto vinimos: es Rage Against the Machine. Es una guerra.
‘Know your Enemy’ suena igual a ese legendario debut del ’93. Tom Morello brilla en el costado derecho: luce su clásica camisa con la inscripción ‘Tom’ con la iconografía de la marca Ford y su gorro rojinegro que dice “Unite”. El tema es idóneo para que Morello haga magia con su guitarra y sus infinitos efectos. Un crack. Pero nada nos prepara para el estallido de ‘Bullet in the Head’: ese bajo funky del comienzo más el apocalíptico final…wow. Tercer orgasmo del fin de semana.
Con el correr del setlist, los ánimos se van ralentantando y ahora es posible disfrutar del show sin tratar de destruir todo lo que se mueva. Incluso suenan tracks menos difundidos como ‘Born of a Broken Man’ o ‘Ashes in the Fall’. No es hasta ‘Wake Up’ que la audiencia vuelve a estallar: sobre el final del tema, los redobles de Brad quedan como único apoyo de un incendiario discurso de Zack: no sólo les reparte a los republicanos sino a toda la clase política. Incluso se refiere al “Brother Obama” y le exige que saque a las tropas de Irak cuando llegue a la Casa Blanca.
La banda sale del escenario. Para el regreso, ‘Freedom’ y ‘Killing in the Name’ acaban de estrujar las últimas energías que me quedaban. Jamás pensé que iba a ver estas canciones en vivo. Acaba de terminar el mejor show que vi y veré en el 2008. Los cuatro músicos alzan sus manos, saludan a la gente y luego, sorpresivamente se abrazan. Es como si incluso ellos mismos se dieran cuenta del extraordinario concierto que acaban de dar.
No doy más. Pero no hay descanso: 25 minutos después con Nacho estamos en el House of Blues. Llegamos a la mitad del breve set de Cansei de Ser Sexy, pero al menos pudimos escuchar ‘Let’s Make Love..’ y ‘Alala’. Como es habitual, la divertida Lovefoxx salió enfundada en un enterito de látex, maquillada como un payaso y con el pelo para todos lados.
Más tarde, Bloc Party estrenan temas nuevos: Kele Okereke reparte carisma y reconoce que “hacer esta tocata es mucho mejor que telonear a Radiohead”. Antes del final, mi cansancio es extremo: salgo del lugar y me pongo a conversar con Francine, una simpática y robusta morena. Hablamos de hip hop y le pregunto qué artistas le gustan: ella me habla de Talib Kweli y The Roots. ¿Y Kanye West?, pregunto. “Nahh, hip hop for white kids…too commercial”. Mmm, mañana saldré de la duda.
1 Comments:
Buena crónica Felipe. Casi sentí lo de RATM. Ojalá alguna vez se pasen por acá. Creo que lo merecemos por esperar tanto. Y en especial ahora que casi todas las bandas están viniendo.
Saludos
A
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