Let’s Get Physical

En una movida maestra, mi amigo Leo de discoteque Kubix captó el negocio e hizo las movidas a tiempo: Yelle sólo venía al festival OneDotZero de Buenos Aires (que también trajo a Peter, Bjorn and John), pero la atinada permitió tener a la gala por acá con mínimo desfase respecto de su magnífico debut, ‘Pop Up’ (2007).
El sábado 27, el recinto de Domínica era un hervidero: casi 1300 personas y una larga fila de guapas que no lograrían entrar. No está de más recordarlo otra vez: no importa que los discos de Yelle no estén editados, o que sólo suene en un par de radios. Con Youtube, Pitchfork y Taringa, hoy sólo se necesita tener buenas canciones. Los mecanismos de distribución son otros y el público hoy escucha más música que en toda la historia.

Lo primero es ‘Tristesse-Joie’ y aunque no lo crean, es justo mi canción favorita. Yelle parte calentando motores con un midtempo que tiene mucho del ‘West End Girls’ de Pet Shop Boys y eso jamás puede ser malo: la cadencia es precisa y hace que todos los presentes nos sintamos sexys por 5 minutos.
Yelle recibe una ovación y agradece en español, aunque cuando se vaya relajando optará por su lengua natal. Ahora invita a seguirla en la coreografía que propone para ‘Mal Poli’ y de pronto, Kubix se convierte en un torneo de cheerleaders. La gente se mueve eufórica y la propuesta de la francesa cobra sentido: su música es física, de gratificación automática, una oferta que no podrás rechazar a crear tu propio estilo de baile.
También hay tiempo para bajar las revoluciones y los resultados son sorpresivamente igual de efectivos que en los temas marchosos: ‘Les Femmes’ y en especial, ‘Tu Es Beau’ definen atmósferas distendidas y exploran el acento y la entonación tan voluptuosos de la parisina. Pero de vuelta a la pista, la audiencia explota al instante con ‘Je Veux te Voir’, una bomba discotequera que le debe su estructura nada menos que al olvidado one hit wonder ‘Short Dick Man’ de Gillette. Por lo demás, su ritmo no sonaría raro en un compilado de Axe Bahía.

Yelle se despide en tres idiomas. Imagino que no lo puede creer: la rompió a millones de kilómetros de esa habitación donde una vez alucinó con un disco de Daft Punk, y ahora ha logrado el mismo efecto con las mismas armas: inspirarnos para movernos. El sudor es la mejor prueba de que acaba de terminar un gran show. Ahora, a dormir. Estoy raja.
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