Rezamos por Vos
Nunca fui muy fan de Charly García. A quien me quisiera escuchar le decía que si el trasandino hubiera muerto hace 15 años sería el Lennon de nuestro continente. Me molestaba la militancia obcecada de sus fans, defendiendo berrinches que, -carentes de sustancia musical durante ese periodo-, quedaban reducidos a pataletas de drogadicto. Pero bueno: el bicolor tuvo la mala ocurrencia de vivir, a su pesar. No hace falta recordar lo que ha sido la última década de Charly. El tipo es un sobreviviente. Quedarse en esta tierra ya era una tarea titánica, pero salió airoso; lo próximo era ver si podía volver a defenderse sobre un escenario. Pudo. Y ahora sí, yo puedo decir ‘qué bueno que lo logró’.
Tras una muy pública rehabilitación en la finca de Palito Ortega, Charly volvió a las canchas: lanzó un tema nuevo (no hay disco a la vista, salvo el muy filtrado a internet ‘Kill Gil’) y resucitó oficialmente en Perú. Chile fue la segunda plaza.
Viernes 02 de octubre, 21:27 horas (un día después de una memorable prueba de sonido en la que ensayó su show completo). Un telón blanco tapa completamente el escenario y sobre él se proyectan unas clásicas cortinas granate que simulan las de un teatro. De fondo suena una escala en piano que guiña a ‘Pasajera en Trance’. Unas par de potentes focos dejan al desnudo la sombra de Charly, quien levanta los brazos con look a lo Marilyn Manson después de ir a la Fuente Alemana. O-va-ción.
El telón cae y Charly ya está en su elemento: el piano. ‘El Amor Espera’ abre la noche. El ex -flaco está pendiente de muchas tareas pero no puede ejecutarlas todas a la vez. Hace el signo del heavy metal y mueve los dedos índices cual director de orquesta. El sonido recién se está calibrando. Al final del tema, Charly salta al centro del escenario y entona unos ‘wo wo wo’ que le dan calor al ‘Rap del Exilio’. Canchero, grita ‘Vamos a bailar’ e improvisa unos pasitos de twist que lucen como si los hiciera una mantis religiosa.
En una tónica que se repetirá toda la noche, pegadita llega ‘No soy un Extraño’. El clásico de ‘Clics Modernos’ suena impecable salvo por la gastadísima voz del bicolor, quien no llegará a ningún agudo esta noche. Me recuerda el efecto que me causó Bob Dylan haciendo ‘Just Like a Woman’ casi dos años antes en este mismo lugar. De todos modos, Charly está en su salsa y abraza cariñoso al ‘Negro’ López, mientras éste intenta terminar un punteo.
‘¿Estan listos para un rock? Say no More!’, grita antes del intro de ‘Cerca de la Revolución’. Sí: este nuevo Charly no sólo es robusto, sino generoso con sus hits y en particular, con los que no tocaba hace décadas. Eso sí, le da los coros al público. Y a Hilda, claro. Hilda es Hilda Lizarazu, ex voz del proyecto noventero Man Ray, corista histórica de Charly (1987-1993) y una persona clave en esta puesta en escena, como queda claro en ‘Chipi Chipi’ que suena apretadita con Charly al piano.
Tras despojarse de su chaqueta roja, Hilda acusa que llegó el momento de acalorarse. Y la guitarra de ‘Fanky’ lo dice todo. Primer aullido de locura de la noche. Se armó la fiesta. Pero bueno, volvamos a Hilda. La cantante reemplaza en escena la presencia que antes supieron encarnar nenas como Fabiana Cantilo o la fallecida María Gabriela Epumer (para mí, esa muerte marca el momento en que Charly abandona la cordura): no sólo canta bien, sino que además coquetea con el frontman y juega perfecto su rol de musa, de objeto de deseo. Por si no lo sabías, las canciones son para alguien, y en este contexto son para ella.
Tras la ambiental ‘Vía Muerta’ (‘ahora entramos en otra cosa’, introdujo Charly), llega el segundo aullido de locura: la caja de ‘Demoliendo Hoteles’ suena aplastante, agresiva, concentrada y visceral. Si vas a cantar, mejor grita. No demora en caer ‘Promesas sobre el Bidet’, que baja las revoluciones y en la cual Charly aprovecha de acercarse a su mayor socio en esta aventura: Fabián ‘Zorrito’ Von Quintiero, el mismo de los Soda Stereo con laca, el mismo de ‘Gustock’ por MTV, el mismo del Soul Café. El hombre del bigote le estrecha la mano al ‘Zorro’, la misma mano que esta noche trabajará doble resolviendo las partes que Charly ya no toca.
Salvo por las lindas visuales, ‘Adela en el Carrusel’ pasa inadvertida y con mayor razón a la llegada del himno ‘Rezo por Vos’ se desencadena el delirio. Sobre el final, Charly alza las manos e invita a rezar por Mercedes Sosa, intuyendo que a la legendaria folklorista le quedan 32 horas en este mundo. Qué postal.
Los hits no se detienen. Charly aprovecha ‘Yendo de la Cama al Living’ para presentar a sus músicos (incluyendo a los tres leales y talentosos compatriotas) y vuelve al centro de la escena mientras las proyecciones emulan la estética de ‘The Wall’, pero con el cruce de letras de ‘Say No More’. Y si pensabas que esa era para entonarla a morir, lo que viene es ‘Nos Siguen Pegando Abajo’. Eso no más te digo. Ah, estoy tan enamorado de Hilda. ¿Cuántos años tendrá? Se mueve tan libre como a mí me gustaría.
‘Influencia’ es una hermosa canción pero los agudos de Charly brillan por su ausencia. Luego, el trasandino juega al misterio y presenta ‘Llorando en el Espejo’ como ‘una canción de una época my lejana, pero muy presente. Algunos sabrán porqué’. El track suena muy íntimo y durante su extensión se proyectan unas manos gigantes que simulan tocar un piano, cosa que el mismo Charly hace por encima de sus teclas, palpando el éter. Con esa imagen me recuerda a Brian Wilson, otro que volvió del infierno y vive con minutos prestados. Primero Dylan y ahora Wilson: qué mejor evidencia de la condición de clásico de García.
Una línea de piano me quiebra de punta a punta: es ‘Pasajera en Trance’, con Hilda en la voz principal. Por primera vez me quedo paralizado. La carne de gallina no miente: peak de la noche. Para salir de tan melancólico mood, el propio Charly va al centro durante ‘Raros Peiandos Nuevos’ y trota en el lugar con toda la descoordinación posible. Al final de la rolinga ‘Vicio’, la ganadora del afecto de García es la propia Hilda. Obviamente el abrazo es mucho más largo esta vez.
“A lo que hemos Llegado” anuncia, y se manda ‘Buscando un Símbolo de Paz’. El bicolor no se esfuerza en hacerse el interesante; con la sabiduría de los que estuvieron a un paso del abismo comenta afectuoso: “Ya se está acabando, no lo puedo creer. Qué rápido. Está bueno, ¿no? ¿Les gusta?”. Claro que nos gusta, maestro. La noche ya es para contarle a los nietos, pero nadie está preparado para escuchar ‘Estoy Verde’ con tanta energía: estoy cerca de la primera fila y cuando el bigote levanta la patita para ponerla por unos segundos en sus teclas, reparo en que tiene un brazalete rojo de ‘Say No More’ en su pantorrilla derecha. El cierre llega con ‘No Voy en Tren’, arrojada al karaoke masivo. Un juego de potentes reflectores se instala detrás de García y lo inunda de luz justo en el segundo en que llega eso de ‘Yo soy de la Cruz del Sur’. Charly levanta sus brazos cual Cristo y todo se va a negro.
Si el show hubiera terminado ahí, ya faltarían muchos adjetivos para calificar lo vivido. Pero hay más: a su regreso, el argentino vuelve con polera en lugar de camisa y se lanza con un grosero playback de su nuevo track, ‘Deberías Saber Porqué’, en el que ni siquiera se molesta en mantener el micrófono en su boca. Le sigue ‘Hablando a tu Corazón’, en la que cambia la letra y dice ‘Dame Dinero a mí’. Se viene el abrazo grupal y los siete salen del escenario. Tras una larga espera, Charly vuelve para dedicar ‘Inconsciente Colectivo’ a Mercedes Sosa. Parece el fin: pasan largos minutos y el público comienza a rugir pidiendo ‘Los Dinosaurios’ Finalmente, el bicolor concede: la versión parte delicada en piano, pero luego se torna grandilocuente y rockera.
Cuando un amigo está enfermo y uno cree que su vida corre peligro, la satisfacción de verlo bien se multiplica exponencialmente. Si a eso se suma la presencia del soundtrack básico en la vida de cualquier sudamericano, el resultado es emoción viva. Sos Grande, Charly. Qué bueno es conocerte mientras vives. (Ah, Hilda Lizarazu tiene 46 años. Qué linda alma)
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