felipe arratia

Saturday, July 25, 2009

Beatiful Future

No fue amor a primera vista: ha sido una pasión que se cocinó a fuego lento y, en la que a medida que pasan los días, más prendado me siento. En mi Top 10 personal de bandas hay nombres indiscutibles, artistas que son asignaturas obligatorias (Beatles, Led Zeppelin, The Clash, qué se shó). Pero hay otros: las obsesiones personales, los que uno siente suyos. Los que están atachados forever con imborrables historias propias. Los míos son tres: Red Hot Chili Peppers, Babasónicos y Primal Scream.

Fue en el ’97, entrando a la universidad y a Extravaganza!, que se inició mi devoción por los revolucionarios de Glasgow. En medio de eternas sesiones de escucha con los amigotes, me di cuenta que ese mix de rock Stone con electrónica desatada le había hecho algo a mi cerebro: lo expandió. Al año siguiente, cuando anunciaron visita, no lo podía creer. Hoy, por primera vez, voy a reconocer un secreto que oculté 11 años: Tito y Péle dijeron que no irían porque les parecía muy caro el precio. Yo fui igual a comprarme la entrada y, como que no quiere la cosa, le dije al vendedor, que me parecían muy caros los tickets. El me dijo: ‘¿Sabis qué? A mí me pasaron uno y no voy a ir. Te vendo el mío’. Finalmente, días después iría al concierto con un ticket 5 lucas más barato…..

Pero un día antes del show fue el de la gran anécdota. Era el lanzamiento del nuevo disco de Los Morton en la Discoteque Zoom, y yo estaba en la puerta, listo para entrar. De pronto, alguien dice que en el Hotel Carrera estaban los Primal Scream, quienes el día anterior habian ido al estadio. No lo pensé dos veces y partí para allá: sin mayores atados con los guardias, llegué hasta el bar del hotel y ahí estaban, junto a un reducido grupo de fans. De ellos, sólo reconocí a María José Viera Gallo, de la Zona de Contacto y su hermana Manuela, que ahora es artista.

Tímidamente me puse a conversar con un tipo que resultó ser el tour manager y me hablaba mucho del Valle de la Luna. Tras un rato, logré acercarme a la estrella: Bobby Gillespie. Le comenté que los precios estaban caros y él dijo que me iba a poner en una lista para que entrara gratis. Dado su estado, nunca pregunté por esa lista en la puerta de la Oz. Como hay una delgada línea de ridículo entre la genuina admiración y el groupie patético, antes de sentir que le estaba dando la lata, agarré una carta de tragos del hotel, la doblé y le pedí que me escribiera algo. Sé que no me creerán pero Bobby estuvo 5 minutos paralizado y mudo. Juntando las neuronas, supongo. Finalmente, lo que escribió fue:

“Girls with Braces on their Teeth, Girls with Calipers on their Legs are the Most Attractive Ones.
Buck Teeth and Twisted Legs = A Sick Soul that’s been Redeemed
The Church of Christ without Christ. My Daddy’s got Wise Blood” B.G.

De esa noche del 23 de abril en la Oz tengo muchos recuerdos, pero los más claros son la polera roja del ex guitarrista Robert Young (descalzo y fumando como chimenea), que era roja y decía ‘Who the Fuck is Mick Jagger’, y la furiosa interpetación final del ‘Kick Out the Jams’ de MC5. Recuerdo haber salido aturdido del lugar, como si hubiera recibido una descarga eléctrica.

Pasarían varios años antes de que hubiera un reencuentro. Fue el viernes 5 de noviembre del 2004 en Buenos Aires. Fiel a ellos, crucé la cordillera porque el SUE no los habia convocado. Viajé en el mismo avión que PJ Harvey, -que no quiso sacarse una foto conmigo-, tras haber visto la noche anterior en San Carlos de Apoquindo unos imborrables shows de Mars Volta y Morrissey. Esa jornada, en el Club Ciudad de Buenos Aires, ya había visto a Bebel Gilberto y me había repetido a Morrissey en un vip junto a Ale Sergi de Miranda! quien no podía parar de describir su emoción por ver a Moz.

Pero llegó el momento estelar. Primal se subieron al stage principal para presentar su flamante ‘Evil Heat’ (lamentablemente a la misma hora que Pet Shop Boys en otro escenario) y los rumores se confirmaron: los escoceses tocaron con Kevin Shields de My Bloody Valentine. Histórico. Esos 75 minutos se sintieron como si los Sex Pistols hubieran tenido una hija con Kraftwerk, y ésta hubiera sido violada por Iggy Pop. Particularmente shockeantes: ‘Rise’ y la enorme ‘Swastika Eyes’. Esa noche me junté en el backstage con Mani Mounfield y hablamos de fútbol, montañas y música. Un tipazo.

Y la última vez fue hace exactos tres años, en el festival Summercase, la naciente competencia de Benicassim. Ahí, en el Parc del Forum de Barcelona, ellos encabezaron la segunda jornada. Un día antes, en Madrid, Bobby había sido golpeado en un bar donde, al parecer, él mismo armó la rosca.

Ese 15 de julio fue el día irrepetible en que vi en la misma noche a Happy Mondays, New Order y Primal Scream. Todo Madchester de una sola vez. Tras un show memorable de New Order, corrí al otro escenario y me perdí ‘Blue Monday’ para ver como Dios manda a los piratas de Glasgow. Bobby dio una performance que enfureció a algunos y maravilló a otros: botó pedestales, se subió a los amplificadores, subió chicas al escenario sólo para besarlas y hasta amenazó con bajarse los pantalones. Todo esto, rodeado de hooligans con vaso de Guiness de un litro, la mejor compañía posible para ver a Primal Scream.

Este 28 de octubre en el Movistar Arena voy a tener la suerte de vivir un cuarto encuentro con Bobby, Mani y compañía. Esta vez, la excusa se llama ‘Beatiful Future’, aunque ellos ya no necesitan excusas para aparecerse por la casa: ya son como viejos amigos. Por lo mismo, esta vez sí que le voy a preguntar a Bobby qué diantres fue lo que me quiso decir con su escrito.

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