Monos con Navaja
Lo que pueda salir mal, saldrá peor. Donde hay dinero, hay un idiota con un ‘plan maestro’. Donde hay ambición, hay un inexperto jugando a ser Dios. Joel y Ethan Coen tienen una profunda desconfianza por la raza humana: para el binomio, nuestra condición nos relega y limita a ser egoístas, celosos, envidiosos y en particular, estúpidos. De hecho, pocos han plasmado tan nítidamente en pantalla la estupidez humana.
Vi ‘Educando a Arizona’ (Nicholas Cage, Holly Hunter) en el colegio. Un gran profe de Castellano nos la mostró para ejemplificar que las cosas nunca son lo que parecen y que, en una comedia física y llena de momentos graciosos, se puede esconder una feroz sátira social llena de amargura. Fue el primer aviso. En ese tiempo, el único cineasta que yo “seguía” era Quentin Tarantino, por lo que no tenía conciencia de los Coen como autores.
Con ‘Fargo’ (William Macy, Frances Mc Dormand) fue que despertó la bestia. La vi en un frío sábado en el olvidado Cine Arte Tobalaba, motivado por sus múltiples nomincaciones al Oscar. La historia del pobre diablo que simula el secuestro de su mujer para cobrar el rescate está plagada de momentos patéticos y confirma un patrón común: un hombre quiere alterar su gris destino, y tiene una idea, pero la lleva a cabo pésimamente mal. Temprano me daría cuenta de que a los Coen, ya encumbrados como focos de creatividad, cuesta seguirles la pista: en su camaleónica filmografía hay film noir, drama, aventuras, comedia, y a veces, todas las anteriores.
‘Fargo’ me forzó a revisar el catálogo de los Coen. Y así llegué a la bizarra Barton Fink (John Turturro, John Goodman). No los engañaré: cuando la película terminó, mi cara no sabía que expresar. Al verla más veces, me fui percatando de cuánto demandan estos tipos de quienes experimentan su cine: la experiencia final es la película que te muestran, pero mezclada con la que tú interpretas a partir de esas imágenes y trama deliberadamente incompletas. Nota aparte para el inolvidable final de la película, con esa mujer en la playa, metáfora de la inspiración perdida.
‘El Gran Salto’ (Tim Robbins, Paul Newman) debe ser una de mis películas favoritas de los Coen. La narración de auge y caída del empleado que se convierte en rey del ‘hula – hula’ me parece brillante por la cantidad de capas que se esconden bajo ese detallista montaje estilísitico. Pero con “El Gran Lebowski” (Jeff Bridges, John Goodman)subió la apuesta: sólo los Coen podían hacer dos filmes TAN diferentes a partir de una premisa idéntica (con respecto a ‘Fargo’). El personaje de ‘El Dude’ se convertiría en mito.
De ahí para adelante, la sustancia de los Coen sufrió un estancamiento. ‘Oh Brother, Where Art Thou’ (George Clooney, John Turturro), su versión libre de ‘La Odisea’, era pura inventiva visual más un soundtrack asombroso. Pero nada más. Quizás ‘Intolerable Cruelty’ (George Clooney, Catherine Zeta-Jones) sea su punto más bajo, con un guión flojo y un George Clooney odioso y poco creíble.
Los hermanos retomaron su gusto por el film noir con la estilizada ‘The Man Who Wasn’t There’ (Billy Bob Thornton, Michael Badalucco), un ejercicio de estilo magníficamente fotografiado, y con la púber presencia de una Scarlett Johansson que parecía la reencarnación de ‘Lolita’. Pensamos que un tropezón no es caída, pero el remake de ‘The Ladykillers’ (Tom Hanks, Marlon Wayans) cuestionó gravemente nuestra fe en Ethan y Joel. El filme encabezado por Tom Hanks es una fallida comedia de equivocaciones con un Hanks sobreactuado y nada gracioso.
Hasta que llegó ‘No Country for Old Men’ (Josh Brolin, Javier Bardem) a poner las cosas en orden y hacer justicia por una trayectoria tan irregular como única. El filme basado en la novela de Cormac Mc Carthy opera como síntesis perfecta de su mirada: una historia movida por la ambición, poblada de personajes comunes expuestos a situaciones a extraordinarias y con una dosis contundente y frontal de violencia.
Si alguien tenía que quitarle el Oscar a Paul Thomas Anderson, qué bueno que hayan sido Ethan y Joel Coen. Monosilábicos, apáticos y taciturnos en persona, su cine es la vida sin ediciones. Sin confianza en las personas, sólo se tienen el uno al otro. En realidad, los hermanos Coen son uno solo.
2 Comments:
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