felipe arratia

Monday, October 06, 2008

A Solas con la Bestia

Oleadas de sudor recorren su frente. Mira de reojo a sus presas, esperando el momento para atacar. Lo del profundo corte en su codo derecho parece un mero detalle para él, sólo un daño colateral que no afecta el objetivo final. El manchón de sangre es un trofeo de guerra, un símbolo que acredita que esto va en serio. Nine Inch Nails está en la ciudad.

El fin de semana musical partió el viernes con el sucio caos de Black Rebel Motorcycle Club, (no clasificó para reseña en el blog) pero el verdadero Grand Slam ocurrió el sábado 04 en Arena Santiago. El mismísimo líder de BRMC, Peter Hayes luce ultra-wasted unos metros a mi izquierda, mientras que Alberto Fuguet luce tenso mientras mira al escenario.

21:05 horas: ‘999.999’, la intro que abre ‘The Slip’ se escurre por todos los rincones, mientras los protagonistas emergen. El guitarrista Robin Finck es el primero en entrar, y el último, obvio, es Trent Reznor. Pelo corto, rostro severo, polera negra, pantalón de cuero. El ícono, el yonqui, el niño prodigio, el padrino de Marilyn Manson, el eterno suicida en potencia salta sin pausa y maltrata el pedestal de su micrófono mientras nos grita ‘I Don’t Feel Anything at All’. El sonido es una patada directa a mi rostro.

Acaba ‘1.000.000’ y llega pegada la percusión hipnótica de ‘Letting You’. Josh Freese, el mismo que parchó a Devo y fue elemento clave en A Perfect Circle, está haciéndole daño irreversible a su batería; a la izquierda completan el cuadro el multiinstrumentista Alessandro Cortina (sintetizadores y algunas guitarras) y el chascón ex bajista de Beck, Justin Meldal-Johnsen, quien descansó en esta canción pero es de gran ayuda en la que viene: ‘Discipline’. Antes de eso, Trent ya arrojó lejos el primer pedestal y finalizó el tema tocando el piano.

Reznor se dio el lujo de abrir con tres tracks de su más reciente trabajo, pero la recompensa es invaluable: ‘March of the Pigs’ convierte al Arena en un verdadero infierno. Desde el prmer segundo, la interpretación es frenética: Reznor se contrae y expande al servicio de su creación, puro nihilismo al servicio del rock industrial. En este tema comienza el protagonismo de las luces que se irá tornando clave: por ahora, las estroboscópicas hacen peligrar mi visión. Tras tal nivel de tensión, llega ‘Piggy’ a bajar las revoluciones. El hit de ‘Downward Spiral’ es tan coreado por los presentes, que provoca el notable final: Reznor le arroja el micrófono a un fan y éste entona el final de la canción.

Siguiendo con este momento de relax, ‘The Frail’ abre el mini repaso del CD doble ‘The Fragile’. El piano entrega una atmósfera propicia para el crescendo emotivo que desemboca en ‘The Wretched’, ese lento explosivo donde debuta la pantalla LED tiñiendo de rojo el escenario y recortando las siluetas de los músicos en un bello contraste. Tras el final de ‘Head Down’, algunos sabemos que se viene algo grande, pero oh, algo falla. El stage está a oscuras y la demora hace evidente un percance. Finalmente el propio Trent explica que la agresividad de Josh Freese provocó problemas en su bombo, lo cual obliga a un par de arreglos.

OK, todo arreglado. Ahora les doy una sola palabra: ‘Closer’. Desde el fondo del escenario, Reznor canta casi oculto una de las canciones más sexuales de la historia. Las 10 mil personas presentes se unen en un solo coro: ‘I Wanna Fuck You like an Animal’. Los fans históricos completan su orgasmo con la violencia desmedida de ‘Gave Up’, un hardcore de la vieja escuela con guiños a Ministry.

Un breve interludio permite la instalación de tres máquinas de efectos, las que caen en manos de Cortina, Finck y Reznor. Es el momento Kraftwerk de NIN, y lo llevan a cabo con ‘The Warning’ y ‘Vessel’, dos tracks de ‘Year Zero’ que exploran la veta más industrial y electrónica del proyecto, tomando distancia del rock por un rato. La enorme pantalla LED dibuja explosiones tipo Big Bang en rojo furioso, resaltando la magnificencia del track.

Pero lo que viene de verdad impacta. La enorme pantalla construye una difusa silueta en celeste; al delinearse bien, la imagen se hace evidente: es el propio Trent que está entonando la satánica ‘Corona Radiata’. De pronto, aparece un roadie el cual, provisto de una linterna, disipa la imagen a medida que la va iluminando. El efecto es francamente A-LU-CI-NAN-TE y un socito del público lo resume en una sola frase: “No estai ni Rayao!!”. Cuando aún no salimos del asombro, Reznor se manda con ‘Pinion’ y ‘Wish’, otras dos muestras de percusión extrema. Y para alargar el saludo a la primera etapa de NIN, ‘Terrible Lie’ suena a tres guitarras, nada menos.

Las sorpresas no se detienen: ahora, la pantalla se parte en cuatro partes que muestran cámaras amateurs que están instaladas en distintos sectores del recinto, dando una extraña sensación de circuito cerrado. Pura paranoia. El notable estribillo pop de ‘Surivalism’ sugiere un irreprochable autoplagio a ‘March of the Pigs’.

Acercándose al fin del bloque, la pesada instrumental ‘Ghosts 31’ suena mientras columnas de humo vuelan artificialmente gracias al efecto de la impactante pantalla. Tras ella, llega ‘Only’ con el bajo de Justin Meldal-Johnsen como principal protagonista. Sobre el final ocurre lo inesperado: Reznor se molesta por unas luces mal instaladas en la pantalla LED y las golpea con su brazo. El incidente parece no tener relevancia, pero cuando parte ‘The Hands that Feeds’ se hace evidente que Reznor tiene un corte en su codo derecho. Durante el resto de la canción, el rojo manchón de su codo peleará la atención del público con las visuales que muestran a George W. Bush fundiéndose en John McCain.

El cierre del set llega con la clásica ‘Head Like a Hole’. Mientras la banda toma un respiro en backstage, la pantalla muestra el clásico símbolo de NIN en rojo y en medio de él, un roadie afanado tratando de arreglar la corrida cortina de luces que molesta al jefe de la banda. Para volver a escena, uno de los músicos interactúa con la pantalla, la cual simula una partitura con la que el tipo tiene que construir una estructura musical. Notable.

El regreso de la banda es con ‘Echoplex’, un track de los más recientes. De tendencia minimal, el tema permite tomar un respiro, y de pronto se mezcla con la intro de la perturbadora letanía de ‘Reptile’, mientras formas y texturas de color verde se toman la pantalla. Antes de iniciar ‘God Given’, Trent deja de ser una máquina y saluda a la gente. Agradece a la concurrencia, promete volver cada dos años, y pide perdón por que su país perdió su ‘fuckin’ mind’ y por el presidente que tienen, que es un ‘cunt’. Es la presentación prefecta para ‘God Given’, mientras las visuales muestran una imagen de una cruz y una pistola fundidas en un solo objeto.

Ya van dos horas de shows, pero no se notan en el cuerpo. La sensación es apabullante, y sólo se necesita una catarsis para acabar. Eso es justo lo que ocurre con ‘Hurt’. Solo la acústica de Finck y el registro de Reznor acompañan mientras escuchamos “I hurt myself today to see if I still feel…” La gente canta, grita, algunos lloran y la mayoría observan paralizados. Se me queda pegada la frase “Everyone I Know goes away in the end….”

Trent agradece de nuevo y da paso a la última. Con una ciudad tipo ‘Blade Runner’ en las visuales de fondo, ‘In This Twilight’ funciona como outro apocalíptica, como soundtrack de un mundo que se viene abajo. Sobre el final del tema, uno a uno los músicos se van retirando: primero Finck, luego Freese, después Justin y penúltimo, Cortina. Trent Reznor se queda solo en el escenario, sacándole las últimas melodías al piano. Tal como lo hacía hace unos cuantos años en una pieza de Pennsylvania, cuando pensaba que nadie más se sentía como él. Qué equivocado estaba.

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