Lost in Traslation
Cuando promediaba una hora del concierto de 50 Cent, tenía muchas más preguntas que respuestas y más argumentos que emociones. Me gusta mucho el hip hop, pero estaba sólo esperando ‘In Da Club’ para irme: la sensación no era tan satisfactoria como imaginé. ¿Sería yo el equivocado? ¿Falta de costumbre en shows de hip hop? ¿Se hacía todo más fome al no entender lo que decían? ¿Problema cultural?
Curtis Jackson llegó a Chile en un insólito tour que sólo contempló paradas en Santiago y Medellín. Pasado el mediodía dio una conferencia de prensa flanqueado por los seriotes Lloyd Banks y Tony Yayo (este último con gorro de Obama). Minutos después tuve la suerte de que me diera la única entrevista que ofreció en Chile y ahí conversamos de su último disco, de Eminem, de Kanye West y de su carrera fílmica, entre otros temas. Fueron tensos 10 minutos y 40 segundos, rodeados de managers histéricos, guardaespaldas desagradables y la siempre extraña misión de intentar generar un clima de intimidad en ese contexto.
Corte directo al Arena Santiago. 21:30 horas. Los mismos clásicos de siempre (‘Next Episode’, ‘Jump Around’) mantenían al público calentito; mientras tanto, sobre el escenario, apenas unas tornamesas y un lienzo del último disco de G Unit. Al apagarse las luces, los tres MC’s emergieron juntos con ropas militares. Lloyd Banks salió con gorro negro, lentes, y una cruz de diamantes; Tony Yayo, con una gorra de los White Sox y 50 Cent, con su tradicional gorro negro de los Yankees. Abren con una de G Unit.
Lo único bueno de tener sólo tornamesas es que las canciones funcionan como un zapping: rara vez un tema suena hasta el final, son sólo dos minutos y vamos cambiando, lo que le agrega algo de dinamismo al show. Los tres raperos corren y saltan por el escenario y permanentemente intercambian posiciones, aunque la tendencia es dejar en el centro a 50 Cent por razones obvias. Pagando tributo a su fundamental primer disco (aunque en rigor no es el primero), lo que suena es ‘What up Gangsta’. En ese lote del comienzo se destacan ‘Still Kill’ y ‘Straight to the Bank’. Curtis comienza a agotar sus recursos, mostrando la bandera chilena que le arrojaron.
Lo converso con amigos y todos tienen la misma sensación: para ser un show con tan poco que amplificar, la mezcla no es nada limpia: las voces suenan saturadas y el bombo con la caja son casi lo único que oiremos toda la noche. Los MC’s pegan sus bocas al mic, lo cual tampoco ayuda demasiado. 50 sale por algunos segundos de escena, dejando a sus amigos rapeando solos y confirmando que en cuanto a carisma no le llegan ni a los talones al rey de Queens. A su regreso, Curtis se manda con ‘Ayo Technology’ y ahora sí el público responde. ‘Esta sí que la cachamos’, parece decir la gente. Ni hablar cuándo pegadita llega ‘Pimp’, ese himno al proxeneta donde se lucía Snoop Dogg.
Tras despojarse de su polera en el escenario y provocar el delirio femenino, 50 vuelve a salir y Lloyd Banks se queda solo. Esta vez le va bien porque ocupa argumentos infalibles: primero pregunta a quién le gusta fumar ‘weed’, después se lanza con un freestyle con ‘Next Episode’ de fondo y luego pone ‘Jammin’ de Bob Marley. Ahora sí mantenemos hot a la audiencia. El regreso de Curtis es para el bloque más taquillero y bailable. Primero aparece ‘Disco Inferno’, luego ‘Candyshop’ y después rematan con la notable ’21 Questions’. Son los mejores pasajes del show.
Tras un track que no conocía, 50 pone la pausa y se coloca delante de las tornas para hacer ‘Window Shopper’, ese tema del que hasta Lily Allen tiene un cover; luego llega ‘Outta Control’, en la versión que Curtis armó junto a los legendarios Mobb Deep. Promediamos una hora de concierto y no sé si lo agotador de día o el no entender lo que los raperos dicen ya me tiene con ganas de retirarme del lugar.
Mientras esperamos ‘In Da Club’, el rapero pone la muy setentera ‘Hustler’s Ambition’, pero luego viene una seguidilla de tracks menores como ‘What if’ y ‘Many Men’. Es extraño, pero me da la sensación de que el propio 50 asume que la energía del público ya no es la misma. Es entonces cuando agradece la buena onda y se lanza en fase terminal con el tema que lo vio nacer al estrellato.
Pienso en lo monótono del show, y en si mi apatía responderá a la falta de costumbre en shows de esta onda: recuerdo haberme aburrido viendo a The Roots en NYC, pero los conciertos de Snoop Dogg en Santiago y de Kanye West y Lupe Fiasco en Chicago fueron buenísimos. Creo que lo que se extraña son otros polos de atención: músicos en vivo, bailarinas (como en todo show de reggaeton), apoyo extra de las pantallas, etc. Ver a 50 Cent y no entender exactamente lo que me está contando acaba por hacerse árido al cabo de una hora. No basta con la actitud, parece.
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