El Turista
Beck es un hijo de su tiempo. El artista correcto en el momento correcto. Un 1993 donde la ironía era moneda de cambio y casi siempre ‘No’ significaba ‘Sí’, y viceversa. No había necesidad de decirlo pero todos entendíamos que su ‘spanglish’ y las citas a la música charra eran gemas de un sarcasmo generacional creciente.
Mr. Hansen hizo de la mixtura su arma más mortífera. Beck no hace un estilo: los hace todos, hace de Beck. Fue un songwriter lo-fi en ‘Mellow Gold’; el cuarto Beastie Boy en ‘Odelay’; el James Brown más blanco en ‘Midnite Vultures’, o un Bob Dylan deforme en ‘Sea Change'.
Con esa carga de camaleón ‘adelantado’, el rubio arribó a su primer show en Santiago, su segunda vez en Sudamérica. Aquella primera ocasión, el disco a promover era ‘Midnite Vultures’, lo cual se tradujo en un show hiperactivo, desatado, y lleno de guiños al funk de los ’70. Pero esta vez, la última postal musical es ‘The Information’, disco disparejo que devela sus trucos a fuego lento.
Con el antecedente de un show mal criticado en su paso por Baires, el ‘Loserboy’ se paró a las 20:55 en el Estadio Nacional. Su look alertó por el parecido asombroso con Kurt Cobain (o Thurston Moore, dijeron otros): largo pelo rubio, lentes vintage, polera y camisa blancas, jeans gastados, y esa expresión perdida (además de una mandíbula preocupantemente dura y desencajada) que ya es su marca de fábrica.
‘Devil’s Haircut’ avisó primero y permitió calibrar roles entre su banda de apoyo. Obviamente Nigel Godrich acaparó miradas por su rol de productor estrella, pero no sólo eso: además se calzó los teclados, la melódica y el pandero, y fue lejos el más entusiasta junto con el bajista Justin Meldal-Johnsen (¿Pancho Puelma?), compañero de aventuras de Beck hace largo tiempo. Una segunda guitarra y un batero funcionales completaban la imagen.
‘Black Tambourine’ y ‘Think I’m in Love’ dejaron en claro que Beck no venía a tocar sólo hits viejos (co-mo o-tros), sino a demostrar que es un artista que sigue haciendo discos relevantes, aunque no todos estemos de acuerdo con eso. Al menos, sobre el escenario comenzó a tomar más riesgos en términos de disonancia.
El primer delirio llegó con ‘The New Pollution’, una gema imperdible de ‘Odelay’ que en el Nacional se llevó la primera ovación. A mí casi se me asomó una lágrima cuando escuché ‘Fuckin’ with my Head’, temazo del ‘Mellow Gold’ que hizo un guiño a su primera época. Tras agradecer y anunciar un pronto regreso, vino el momento de los lentos. ‘Sunday Sun’ y ‘Paper Tiger’ le dieron paso a otra cumbre del show con ‘Lost Cause’, esa dolorosa letanía aparecida en ‘Sea Change’. La última balada que tocó tenía un mood bien espacial, pero no sé cómo se llama. Help!
Llegó el momento para agotar los cartuchos más célebres y ‘Where it’s At’ no se hizo esperar. Estático durante todo el show, por primera vez Beck lanzó algunos pasos de baile y se jugó por rapear unas cuantas frases. Le siguió pegadita la espléndida ‘Nausea’, un tema que no destiñe frente a los grandes clásicos del rucio. La misma suerte corre para ‘Girl’, ese temita que empieza como un videojuego y luego se convierte en una de las escenas más rockeras de la noche.
Al cambiar de guitarra, Beck ensayó como le salía el slide y el público adivinó que lo que venía era un momento largamente esperado en Chile. ‘Loser’ atronó por los cuatro costados en una versión deslavada y cruda que fue odiada por algunos, pero a mí me gustó precisamente por eso: me dio la sensación de que mantenía el espíritu slacker de la versión original. Para el cierre, el hombre se fue en alto con la muy movida ‘E-Pro’. Una pena que haya obviado por completo el ‘Midnite Vultures’, eso sí.
No es raro que se vea a Beck como un artista poco comprometido. Es su mayor fortaleza y debilidad, sobre todo para quienes señalan con el dedo su displicencia sobre el escenario. Como un turista que pasea por calles y monumentos por primera vez y se impresiona con lo que sea, Beck ha hecho lo propio con la música: observa con distancia y toma los ingredientes que le puedan servir para sus platos, sin involucrarse nunca del todo con ellos.
Su mirada siempre viene desde el exterior y eso tambien se observa en sus conciertos, donde parece vivir desde afuera lo que ocurre sobre el escenario, acaso maravillado o decepcionado de su propia performance. Apreciando las cosas siempre como si fuera la primera vez que le ocurren, y sin derramar jamás demasiada sangre. Porque turista que huye, siempre podrá visitar otros paisajes.
1 Comments:
Grrrrrr...que envidia, yo no pude estar ahí, por lucas, me pasó lo mismo con Franz Ferdinand, es decir me da paja gastar en el artista central (U2 y Police) aunque entiendo su valor y todo. Pero no pagaría por ellos.
Espero que la promesa de Hansen sea cierta y venga a darse una vuelta por Chile, pero que venga solo. Tiene repertorio de sobra. Que dejen de traer promesas como The Rapture por quienes terminan perdiendo plata ya que son pocos los que van a verlos.
No es de música, se trata de gente a la que le va más o menos no más..
gentedeapie.blogspot.com
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