felipe arratia

Tuesday, March 06, 2007

Ser o No Ser Popstar

Han sido semanas extrañas. Mentiría si dijera que me he desangrado trabajando; más bien mi atención se ha dispersado en varios frentes; incluso algunas ideas para plasmar en el blog quedaron en el camino, como la reseña de ‘Dreamgirls’, la muerte del anciano crooner Frankie Layne, o los predecibles resultados del Oscar.

Algo de lo que tarde o temprano escribiré mucho es sobre la serie de TV ‘Six Feet Under’, ya que mi devoción no para de crecer y está alcanzando niveles peligrosos (como los rayos UV).

En medio de mi estada en el Festival de Viña, de la guadaña rondando los pasillos de las radios juveniles, y de una búsqueda frenética de mi independencia, emergen dos figuras allá a lo lejos: un gordito y una pelada. Robbie y Britney.

El 2007 musical ha tenido una largada aburridísima y, salvo las múltiples visitas a Sudamérica, no hay mucho que destacar en cuanto a novedades musicales. Por lo mismo, las patologías de estas popstars ganan centímetros en los pasquines y nos atragantamos con incesantes detalles de sus descontroladas vidas.

Robbie Williams, en posición fetal, acurrucado en la cama de una clínica de rehabilitación con síndrome de abstinencia a calmantes y antidepresivos, evidenciando una bipolaridad que podíamos advertir en su carisma oscilante. Inseguro por definición, nunca es suficiente para él. Siempre se siente perdedor.

Britney Lynn Spears partió desatándose en carretes Vip. Con Lindsey Lohan y Paris Hilton (que sería lo mismo que carretear con Maradona y Charly García, digamos) de consortes, escapando de los clubes sin ropa interior, y al borde del vómito. ¿Depresión Post Parto? No lo creo; eso se llama adicción terminal al ‘Crystal Meth’, una explicación mucho más convincente para su festival de pastelazos que alcanzó el zenith con su público corte al rape, tatuajes incluídos.

Pero de un corte de pelo olvidable a gritar ‘Soy el Anticristo’ y tratar de ahorcarse dos veces, hay un trecho. La decadencia nunca llegó tan rápido para una popstar. Es el minuto para dejar atrás el papparazzeo y preocuparse por una mina que luce un rostro suicida.

¿Cómo se llegó hasta este punto? Yo creo que eso se llama ‘reprimir instintos’, y es lo que diferencia a los rockstars de los popstars.

Un rockstar (digamos, Keith Moon o Jimmy Page) no sólo tiene autorización para actuar como un péndex inmaduro: está obligado por contrato. Cada cierto tiempo debes quemar tu pieza del hotel, fornicar con tres groupies al mismo tiempo, cancelar un concierto de forma imprevista y antojadiza, desnudarte en el lugar menos apropiado, y hasta tener un coqueteo gay. Todo lo que a uno le den ganas de hacer, se hace. Cero auto control. Y si no, pregúntenle a todos ellos, desde Jimi Hendrix hasta Shannon Hoon.

En cambio un popstar es, por definición, un arquetipo más inocente. Su público base son adolescentes y familias bien constituidas, quienes lo obligan a mantener una imagen de consenso y sin excesos. Pero en la práctica, esos bordes puntudos están completamente disponibles para el popstar. Lo único que necesita es una doble vida y ganas de desahogar instintos reprimidos tras años de castings, lechugas, tinturas, Diet Coke, madrugar, vocalizar, sonreir, y encantar. Eso, hasta que la sonrisa se resquebraja y el encanto se rompe.

Que lo digan Michael Jackson, Marvin Gaye, Andy Gibb (un caso favorito de este servidor) y hasta Karen Carpenter. Y mucho ojo con las noticias que puedan llegar sobre Whitney Houston….

Hace poco de paso por Viña, Ricky Martin dijo que el fruto de llegar a la cima del mundo musical le significó un bajón tan grande que lo hizo distanciarse por varios años de la música, irse por temproadas largas a India y el Tibet y cuestionarse si volver a grabar. De hecho, en los últimos siete años ha editado apenas dos discos con material inédito. Lo que se llama un tipo totalmente conflictuado con la fama. Y que, como pudimos ver en Viña, tiende a distanciarse de todo lo que implique el contacto humano, excepto sobre el escenario, el lugar donde se justifica a sí mismo.

Lo de Robbie y Britney es cualquier cosa menos casualidad. Es como criar a un gatito en una casa llena de comodidades y luego tirarlo al bosque. No sabe sobrevivir. Y lo más heavy es que eso le conviene a todos en la industria, menos a los protagonistas de la historia. Como se sabe, pocos artistas venden mejor que los artistas muertos.

Ellos mismos deben decidir si lo que se venderá el 2008 será una triunfal gira de regreso o un disco póstumo.

4 Comments:

Blogger joaquin urrutia said...

Es cierto, el popstar siempre debe estar mas reprimido debido al publico al que llega
En cambio, el rockstar hace lo quiere e igualmente su publico lo considera un mostro

5:58 PM  
Blogger María de Magdala said...

....en realidad, no había meditado en la diferencia entre el rock y el pop star...
Pienso en Britney o en Michael Jackson, y realmente dan pena. Denigrantes.

Y supiste que Kevin Federline solidarizó con Britney y se rapó también?

En fin.

Saludos nocturnos...

5:29 PM  
Anonymous Anonymous said...

ke fuerte lo de Britney...kien lo iba a creer hace 5 años atras, cuando la mina se lucia como princesa del pop y tenía unos abdominales ke me hacían odiarla!!!

pero en fin, cayo..y cayo bajo

no se si habrá sido la represion de una estrella pop..hasta leer tu post no me lo había planteado tan así...

yo sacaba en cuenta ke esta mina se fue a la cresta cuando termino con su amado Justin..kisas fue coincidencia, pero desde ke la relación ya no fue mas...vinieron los romances de una noche, el matrimonio express, el alcohol, las drogas, y kevin federline...mal...

será que la princesa del pop jamas superó haber perdido a su principe azul??

ahhh, yo tan romanticona...weno, a veces...solo cuando no creo que el principe azul es un cabron y ke mejor debería ponerle atención a los sapitos..jajajaja

en fin..

saludos varios...un beso

6:19 PM  
Anonymous Anonymous said...

robbie gordito???

el burro hablando de orejas... te falta un espejo parece...

10:38 PM  

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