felipe arratia

Tuesday, March 18, 2008

A Solas con la Leyenda

¿Porqué será que estoy excitado? Nunca escuché sus discos hasta el final, ni me aprendí de memoria datos inútiles suyos. Es más: ya pasé por esta experiencia antes. Ya lo vi. Hace exactos 10 años fue y aún recuerdo que el show me sonó a una sola y laaaarga canción, y que mi papá salió muy decepcionado porque no tocó los hits. Ninguno de los dos entendía la 'lógica Dylan'. Pero ahora era diferente.

Bob Dylan llegó a Chile no sólo con el status de leyenda (que tanto odia y que tan rápido obtuvo) sino con un último disco brillante (’Modern Times’) y reseñas gloriosas de sus recientes presentaciones. No estar en ese show no era una opción. Si te gusta la música, en algun nivel le debes algo a Dylan. Aunque aún no lo sepas.

Me preocupé de llegar lo más informado posible, pero con Dylan es imposible cubrir todos los flancos. Y justo eso es lo que lo hace un personaje tan notable. Siempre te atacará por algún lugar que no esperabas, y él ganará. Viejo zorro.

21 horas en punto, Arena Santiago. Asientos caros a medio llenar (algunos viejos llegan sobre la hora, otros están chupando pero está todo vendido) pero eso a Dylan no le importa y ya está en escena. Lo estoy viendo en este momento. Estoy viendo a Bob Dylan. Wow. Sombrero con pluma, botas vaqueras, chaqueta oscura

Leopard-Skin Pill-Box Hat” del clásico ‘Blonde on Blonde’ pega primero: aún no estoy metido en el show y él ya está en acción. Su banda es una aceitada maquina de blues y rockabilly, pero me preocupa su registro gutural que parece esforzarse por ensuciar las prístinas texturas de la guitarra. En mis manos tengo los setlist de los shows en México y me ilusiono con que toque algunas de mis favoritas: y ocurre. Reconozco de inmediato ‘Lay Lady Lay’, pero al toque me doy cuenta de que la versión está bastante alterada de la original en tempo, estructura, el tono de voz de Dylan y, según los expertos, hasta en la letra. La declaración de principios ya está clara: va a hacer todo a su pinta. Sólo queda disfrutar desde la platea.

No logro reconocer ‘Watching the River Flow’, pero salto de inmediato al primer acorde de ‘Masters of War’. Dylan se acaba de cambiar de la guitarra al teclado, donde se mantendrá hasta el final del show. Me comienzo a detener en los detalles tras la sobreexcitación inicial, y reparo en su impresionante banda en vivo, elegantemente uniformada de terno y sombrero cowboy: Stu Kimball y Denny Freeman (guitarras), Donnie Herron (guitarra slide, mandolina), Tony Garnier (bajo) y George Receli (batería).

Viene un largo bloque con canciones más recientes: ‘Rollin and Thumblin’ suena llena de vida y va completando todos los espacios con guitarrazos eficientes y lúdicos; luego, ‘Spirit on the Water’ relaja el ambiente y prepara el gran momento que es ‘Things Have Changed’, ese temazo ganador del Oscar.

Tras “Workingman Blues 2”, Dylan tiene una gran gesto de humanidad y se manda una notable versión de la mítica ‘Just Like a Woman’ muy fiel a la original, lo que permite que el público también pueda corear y participar. Tras ‘Honest with me’ y ‘When the Deal Goes Down’, llega otro peak de la noche con ‘Highway 61 Revisited’, una joya hecha blues, soul y rock and roll.

Nettie Moore’, otra del ‘Modern Times’, y ‘Summer Days’, son dos lecciones más de cómo el maestro se mantiene en forma. Y cómo nos engañó con esa voz aguardentosa del principio. Por largos pasajes del show su registro suena intacto, aunque él no abandona esa actitud distante y autosuficiente, como si estuviera a miles de kilómetros de ahí. El delirio llega con una versión gigantesca de ‘Like a Rolling Stone’. ¿Qué puedes decir de esta canción que no se haya dicho antes? Mejor sólo gozar.

Tras el descanso de rigor, Bob Dylan está en escena otra vez. El profeta arremete con ‘Thunder on the Mountain’, otra pincelada de su gran momento actual. Para el final, Dylan se ríe de su propio mito y comienza una ‘Blowin’ in the Wind’ irreconocible, alterada sólo para jugar con la reacción de la gente. Unos la detectan de inmediato, otros lo hacen al estribillo y los menos jamás de darán cuenta de que la respuesta estaba soplando en el viento.

Dylan no era parte de un checklist de ‘artistas para ver antes de que mueran’ porque ya lo había visto. Más bien, verlo esta vez fue un placer, un gusto que me di con el conocimiento que adquirí del artista en los últimos diez años. Sus aristas como artista son tantas que este show parece sólo el comienzo de algo. Este es uno de esos shows donde un buen día acabas diciendo ‘yo estuve ahí’.

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