felipe arratia
Sunday, June 15, 2008
Friday, June 13, 2008
La Raíz del Miedo
‘Me da miedo la realidad’, me dijo un amigo una vez. Tal vez estábamos volados en ese momento y la frase, más que asustarme, me dio risa. Sin embargo, esa es la médula del cine de M. Night Shyamalan: entender que lo escalofriante ya no son ni los monstruos míticos ni el diablo. El entorno ‘hiperrealista’ es el sello de fábrica del indio, lo que cruza su filmografía y lo que permite que lo definamos como un ‘autor’. ‘The Happening’, su más reciente esfuerzo, es una tenue luz de esperanza en un director que venía cojeando hace al menos dos filmes.
Tal vez Shyamalan tuvo la ‘mala suerte’ de debutar (masivamente) con una obra maestra. ‘Sexto Sentido’ tiene un guión con ribetes clásicos, una dupla inolvidable, un punchline para la historia (“I See Dead People”) y lo más relevante: un mood, un estado de ánimo bucólico que la hace excepcional y memorable. Nunca olvidaré esas escenas, siempre nubladas, como a punto de llover, como entendiendo que sentirse mal sin razón alguna es parte esencial de estos tiempos.
Desde ese filme y en todos los demás del indio, hubo escenas específicas que me quedaron en la memoria. En el caso de ‘Sexto Sentido’, para mí son dos: el video que muestra cómo una madrastra envenenaba a su hija, y el otro es cuando el chico le cuenta a su madre lo que le pasa y ella le cree sólo cuando recibe el recado que el niño le da de su propia abuela ya fallecida.
‘El Protegido’ llevó la idea de mezclar realidad y ficción al mundo de los superhéroes. La premisa era notable: hay un desastre ferrioviario donde todos los pasajeros han muerto. Menos uno. Uno que no tiene un solo rasguño y no sabe porqué. A pesar de su ritmo ralentado y eternos plano-secuencia, el filme no decepciona a pesar de las enormes expectativas. Se anidan acá varias de las ‘marcas de fábrica-Shyamalan’: tomas de cámara a quien escucha (no a quien habla), ambientación en Philadelphia, cameo del director, y claro, sorprendente vuelta de tuerca final.
Es en ‘Señales’ donde comienzan las grietas. Primero, porque no hay una gran resolución que dé vuelta la premisa inicial. Pero en esencia, porque el indio se empieza a creer el cuento y cae en la trampa de ponerse discursivo (el hombre que pierde su fe vive una experiencia que no podrá explicar) y hacer infantilmente evidentes sus metáforas (como el agua que toma la niña). Así y todo, se confirma que el realizador sigue consiguiendo notables momentos. Ejemplos: el marciano que registra la TV en una fiesta infantil, o el ET encerrado en una bodega que muestra sus garras.
‘La Aldea’ y ‘La Dama en el Agua’ ya son derechamente indefendibles. La primera se aferra de la paranoia post 9-11 omnipresente en EEUU, y el indio trata de mirar con ojos de extranjero la brutalidad gringa frente a la diferencia. Pero el filme carece de ritmo y es demasiado obvia en sus intenciones como para tomar vuelo. La segunda, en cambio, es derechamente una burrada del director, tratando de construir una fábula. Es la película donde él más aparece en pantalla y no parece casual: es donde más ensimismado y obstinado se le ve: uno parece imaginarlo sin querer escuchar ningún consejo aún cuando el filme navega sin rumbo de principio a fin. Mi teoría es que esta obra naufragó porque seguíamos esperando que el indio explicara de un modo lógico porqué la fantasía penetra en la realidad. No hubo explicación.
Después de largo tiempo, Shyamalan vuelve a concentrar en una sola línea la idea básica de su nueva cinta: la gente se esta suicidando masivamente sin razón alguna. Punto. Tras ver ‘The Happening’, hay dos formas de leerlo: ignorar las resoluciones con moralina new age que el realizador parece no querer abandonar, u horrorizarse (en el buen sentido) con al menos tres escenas que hacen recordar los puntos más altos del indio.
La presentación de la trama es notable y Shyamalan filma como los dioses. La diferencia es que ahora él no se esfuerza en buscarle una solución a los conflictos: sólo los exhibe, y ello puede interpretarse como flojera narrativa o simple opción artística. Es como si te dijera, “no preguntes tanto y sólo disfruta”. Lo seguimos intentando.
Aquí está el trailer de 'The Happening":
Thursday, June 12, 2008
Cheque a Fecha
Lo primero: es insolentemente bella y joven. Pero priorizar esos factores, que son lo primero que salta a la vista, puede llevar a conclusiones erradas. Claro, porque cuesta no hablar maravillas de Joss Stone cuando ves sus piernas kilométricas, su pelo ensortijado y esa sonrisa que hace que sus ojos se borren. Mucho menos cuando escuchas su dotado registro que, si cierras los ojos, está a la altura de cualquier diva actual. Y bueno, todo lo anterior con sólo 21 añitos. VEINTIUNO!!
Pero no es suficiente. En los 70 minutos que estuvo posada sobre el escenario del Arena, la bellísima nativa de Devon mostró presencia y voz de sobra, pero quedó al debe en identidad y repertorio. Con tres discos a su haber, uno cree que Joss Stone tiene hits para regalar. Craso error.
Joss Stone arribó a Chile en un momento complejo de su carrera. Peleada a muerte con sus últimos cuatro managers, en guerra con los tabloides británicos (“England doesn’t like me any more”) y apenada por las bajas ventas de su última placa (‘Introducing Joss Stone’, que incluyó sus primeras composiciones propias). Un presente muy distinto del impacto que generó cuando ‘Fell in Love with a Boy’ arribó en el 2003, y supimos que ese tema lo cantaba una péndex de 16. Shock.
21:25 horas. Como en el primer mundo, la gente llega sobre la hora del show y sus asientos REALMENTE están ahí: nadie se los quitó, no hay conflictos, los acomodadores saben hacer su pega y ello permite que en cosa de minutos el Arena pase de 5 mil personas al doble de público. ¿Yo? Estoy en la barricada de los fotógrafos, mi nueva obsesión, y pretendo registrar a la inglesa. Cuando las luces se apagan, corren las vistosas cortinas de terciopelo y, oh sorpresa, estoy FRENTE al micrófono de Joss (adornado con pañuelos amarrados, a lo Steven Tyler).
El primer inciso en el manual de la diva es hacerse esperar. Por eso, lo primero que suena es una intro de la banda a la espera de su llegada. Bajo, batería, guitarra, piano, sintetizador, dos vientos y tres coristas arropan a la soulwoman. ‘Girl, they won’t believe it’, track que abre su último disco, comienza a sonar. Joss ingresa por el costado derecho a escena: vestido strapless rojo con lentejuelas que deja ver generosamente sus piernas perfectas y sus pies desnudos, piercing en la nariz, y varias pulseras de plata en ambas muñecas. Cuando se habla de ‘llenar el escenario’, este es un buen ejemplo.
La verdad es que no reparo con detención en la música duante los dos primeros temas: mi atención está en sacar fotos (las mismas que ilustran este post), por lo que sólo noto sus paseos de punta a punta del escenario, y su intención constante por mostrar su amplia variedad de rangos vocales. Tras dos temas, es hora de sentarse y ver el show en serio. Mientras, Joss se sirve un té y pide graciosamente y sin éxito que no le miremos el trasero cuando se dé vuelta.
El hit ‘Super Duper Love’ suena. Joss la extiende con oficio, haciendo participar al público y los músicos también gozan, interpolando guiños a ‘Sex Machine’ y ‘Rapper’s Delight’. Llega el momento de la pausa y ella presenta el siguiente tema, haciendo referencia a su coterráneo James Morrison. ‘Head Turner’ primero y ‘Music’ después (presentada como “una canción para el amor incondicional por la música”) bajan el ritmo y permiten que Joss Stone dé una muestra clara de su pirotecnia vocal, apoyada además por una mezcla que pone la voz muy por encima de la instrumentación.
La cadencia ska de ‘Put Your Hands on Me’ hace que parezca un track robado a Lily Allen. Pero con ‘Fell in Love with a Boy’ es que el público realmente despierta y se pone de pie. Joss Stone repara en el feedback y se entusiasma de vuelta, regalando una versión juguetona que acaba con los aplausos de la propia inglesa, extasiada y sonriente, hacia la audiencia.
Ahora echa mano de su tono más aterciopelado para regalar una cadenciosa ‘Don’t Cha Wanna Ride’, que muestra su faceta más sexual. Luego, la inglesa regala una divertida ‘Less is More’ en clave reggae para dar paso a ‘You Had Me’, prueba fiel que las canciones de despecho siempre son efectivas.
Antes de retirarse de escena, ‘Tell me ‘Bout it’ llama a la euforia. Es el momento en que todos los músicos aprovechan de hacer su respectivo solo, y el alargue incluso da para improvisar un pedacito de ‘Superstition’ y hasta algo de Jill Scott. Tras el intervalo de rigor, Joss entrega una versión impecable del lento ‘Right to Be Wrong’. Luego, con un ramo de rosas rojas en la mano, la british se manda un respetuoso ‘No Woman, No Cry’ a modo de despedida.
Joss Stone luce y actúa como una verdadera diva. El problema es otro y es más profundo: no podemos retener más de cuatro grandes canciones suyas. En apenas una hora y diez minutos, su show se ve obligado a recurrir a demasiadas citas ajenas para mantener la llama en el público. Cuando sus referencias no sean el peak de su show podremos hablar de una verdadera artista. Por ahora, es sólo una mujer encantadora. En todo caso, le sobra tiempo para hacer carrera. Después de todo, ¿qué estaba haciendo yo a los 21 años?
Setlist: Intro/ Girl They won't Believe it / Tell me what we’re gonna do now / Super Duper Love / Head Turner / Music / Put your Hands on Me / Fell in Love With a Boy / Don’t Cha Wanna Ride / Less is More / You Had Me / Tell me ‘Bout it / Right to be Wrong / No Woman, No Cry