felipe arratia

Wednesday, September 26, 2007

Touch the Sky

A ver, primero lo primero: Kanye West es un GENIO. Dejemos eso establecido. Si no piensas igual, entonces deja de leer esto ahora.

Si la historia de Kanye no existiera, alguien tendría que inventarla. Claro, porque las múltiples aristas de su arribo a la cima son épicas: desde su salto de productor talentoso en las sombras a estrella imbatible en escena, pasando por sus muy sabrosos entredichos en las más diversas situaciones (¿Les suena ‘George Bush doesn’t care about black people’?).

La arrogancia y egocentrismo de Kanye West marca un antes y un después en el mundo de la música. Lo que antes era una curiosidad, hoy es su marca registrada: Kanye se compara con Mohammed Ali, se retrata como Jesucristo en la ‘Rolling Stone’, le dice a la revista que se rebaja si no evalúa sus discos con el máximo de 5 estrellas, y cuando no le entregan los premios que cree merecer…uf.

Tras perder la categoría de ‘Mejor Nuevo Artista’ en los Grammy del 2005, Kanye volvió a la ceremonia el 2006, multinominado. Tras quedarse con el galardón a Mejor Album de Hip Hop, sólo dijo: "Muchos esperaban a saber como reaccionaría cuando me fuera a casa con las manos vacías. Bueno, por lo visto, nunca lo sabremos”…

¿Porqué tanto rollo en torno a un solo tipo? Porque este es el ejército de un solo hombre. Porque, asumámoslo, el hip hop es el género musical que controla los charts y ventas en el mundo y muchos parecían verlo dando vueltas sobre sí mismo, sin ideas frescas y plagado de ‘niggas’ disfrazados de delincuentes en serie, cuyo mayor momento de iluminación era poner autos, armas y culos en sus videos.

Hasta que llegó Kanye West.

Graduation’ es su tercer y muy calculado trabajo oficial, tras ‘The College Dropout’ y ‘Late Registration’, dos clásicos instantáneos del hip hop. La sucesión de exitazos en esas dos placas te deja sin aliento, de rodillas y provoca que llores de alegría renovando tu fe en la música popular. Ejemplos:

The College Dropout: All Falls Down / Jesus Walks / Slow Jamz / Through the Wire

Late Registration: Heard’em Say / Gold Digger / Touch the Sky / Crack Music / Celebration

Ahora, tal como lo anunció hace tres años, el plan de control global se cumple con ‘Graduation’. Y, oh sorpresa, es un disco glorioso, que hace desear haber nacido negro y tener un sentido del ritmo y la melodía así.

La nueva placa de Kanye incluye al típico osito de sus portadas, pero esta vez el estilizado cover fue diseñado por el taquillero japonés Takashi Murakami, el Andy Warhol oriental.
¿Y las canciones? De partida, West se olvida de esa indeseable práctica del hip hop que son los skits o interludios, para centrarse en la pura música. ‘Good Morning’ abre los fuegos con aroma a declaración de principios, invitándonos al día en que él recibe su diploma de imprescindible.

Pero es en ‘Champion’ donde esta placa devela su naturaleza. El flow imparable y aire soulero de Kanye le ceden espacio a un sintetizador de tono inequívocamente ‘eighties’, que es el verdadero protagonista de ‘Graduation’. West no busca el homenaje vintage ni hacernos creer que él invento ese sonido: lo del moreno es el reciclaje, la cita precisa que haga juego con sus beats enfermizos.

Al llegar a ‘Stronger’, el single basado en ‘Harder, Better, Faster, More’ de los Daft Punk, llegamos a la esencia de su música: el conocimento enciclopédico, la nueva interpretación de la música popular, pero planteada desde su puño y letra. En este ‘pop candy’ abundan referencias a Giorgio Moroder, pero lo más relevante es que crea algo genuinamente nuevo sobre la base de otra cosa ya existente.

Si a alguien le quedaban dudas de su versatilidad, West se vuelve a mostrar frágil e íntimo en ‘I Wonder’, una lenta en piano que permite bajar la guardia, respirar hondo y luego alcanzar la cima con ‘The Good Life’, ese mid tempo con un irresistible vocoder de T-Pain, otro emergente descubrimiento que Kanye saca a la luz pública tal como ocurrió con Lupe Fiasco.

De ahí en más, se hace complejo mantener tal nivel de maestría. De hecho, ‘Can’t Tell me Nothing’ no sorprende con su línea dura y aire a letanía, y Mos Def decepciona en la insulsa ‘Drunk & Hot Girls’. Sin embargo, Kanye vuelve al podio con la enorme ‘Flashing Lights’ un notable ejercicio de minimalismo a puro beat a la Funkadelic y teclado 80’s. Wow.

La épica ‘The Glory’ le cede paso a ‘Homecoming’, la hypeada colaboración con Chris Martin de Coldplay, que trae un estribillo sabroso, aunque a mí se me hizo algo reiterativa. El último experimento se llama ‘Bittersweet Poetry’, y ahí Kanye hace dupla con John Mayer, y se aprovecha con pericia de su cachondo registro.

Kanye West no firma necesariamente su mejor disco, pero mantener el nivel de los anteriores ya era muy difícil y lo consigue. Las ideas siguen surgiendo sin cesar de su hiperventilada cabeza: es capaz de mezclar en su obra esa estereotipada imagen de tipo soberbio con la sensibilidad, dudas y espiritualidad de un verdadero artista; no es artificial escucharlo cantando en una misma estrofa sobre la cruz de Cristo y bolsos Louis Vuitton. Esa contradicción vital es la que lo define.

Si West no tuviera canciones con las que sostener ese ego abrumador, no pasaría de ser un payaso mediático; lo que asusta es que las tiene, son muchas y parece haber aún más. A un lado 50 Cent, Jay Z y Nas! 2 Pac y Biggie sonríen desde algún lado. Hay un nuevo rey en el pueblo.

Monday, September 24, 2007

Las Caderas No Mienten

Al arribar a Bogotá, lo primero que se escucha es ese exquisito sonsonete que lleva a imaginarse a una caderona diciéndote. ‘Ay, Señor Don Felipe, no me diga esoo’. Sí, los colombianos son molestamente amables, y su actitud dista mucho de la gris indiferencia nacional. Ello confirma que Betty la Fea y Pedro el Escamoso no son estereotipos del colombiano. SON los colombianos. Humildes, serviles, atentos. Y amables.

Sudamérica es el lugar de los contrastes, qué duda cabe. Y esa forma de hablar tan chévere es el opuesto perfecto de ese país tan señalado con el dedo como la tierra más violenta del mundo. La ecuación cliché sería:

Colombia=Cocaína=PabloEscobar=Guerrillas=FARC=M19=Realismo Mágico=García Márquez=Botero=Juanes=Shakira=el ‘Pibe’ Valderrama=Se va el caimán, "Se va el caimán, se va para Barranquilla..."

Las leyendas (negras y de las otras) en torno a Colombia son múltiples, y según reza la sabiduría popular, es un país que paga en violencia el triste tributo de tener algunas de las zonas más fértiles y ricas, y quizás, las mujeres más bellas del mundo (me adhiero a esa última moción).

Pero Bogotá es diferente. Bogotá es la capital, es la ‘ciudad del eterno otoño’, la del nublado eterno, No es Santa Marta, ni Cali, ni Cartagena, ni Medellín, ni Barranquilla.

Los secuestros y la inseguridad han llegado a su punto más bajo desde que está Alvaro Uribe en el poder. El consiguió lo que antes no pudieron Pastrana, Samper, ni Gaviria. Hoy Bogotá vive ‘en paz’, pero la paranoia sigue ahí. A toda hora se puede ver militares con armas largas en plazas, paseos, y centros comerciales.

En medio de todo esto, el bogotano igual sale a ‘rumbear’. La ‘Zona Rosa’ y el ‘Parque de la 93’ están instalados hace rato como los lugares precisos para ver y ser visto. Para tomar, una cerveza ‘Aguila’; para ver, algún partido de Millonarios o de Atlético Nacional, y para bailar, mucho vallenato. El resto de los ritmos también suenan en las discotecas (electrónica, pop, reggaeton, etc.), pero a la hora de poner una canción de Carlos Vives, el colombiano recuerda su naturaleza y se lanza a la pista. Son medio lentos, pero gozan como pocos.

Las mujeres son producidas al máximo. Cuesta ver en la noche chicas sin tacos, o sin el aspecto de ir vestidas como para un matrimonio. A la colombiana le importa MUCHO el look, y su lógica parece ser ‘si lo tienes, muéstralo’. La voluptuosidad de la bogotana es 100% cierta y cuesta concentrarse y mirar a una sola. Los pantalones apretados (casi dibujados al cuerpo) son regla, no importa el volumen de lo que se cubra. Todas quieren sentirse sexy, y eso les basta para serlo: sentirse cómodas consigo mismas.

La Candelaria” es mi sector favorito de Bogotá. Es el barrio ubicado en el casco histórico de la ciudad. Allá abundan las construcciones con más de 400 años, se ubica el museo de Botero, hay espíritu adolescente (fruto del par de universidades ahí instaladas) y comes obleas compradas en la calle cuando te viene el bajón (le lleva mermelada, dulce de leche, manjar y queso rallado).

Si quieres, puedes ir a la Casa Quinta de Simón Bolívar, o al Museo del Oro. O simplemente a la Plaza de Bolívar, el mejor ejemplo de la convivencia de los cálidos colombianos con la violencia más atroz. El Palacio de Justicia cubre uno de los 4 costados de la plaza y jamás olvidará la toma sufrida en 1985, cuando un grupo de guerrilleros del M-19 se apropió del lugar desencadenando la masacre de 55 personas. Contrastes.

Y está la música. La de Shakira, si quieres algo más global y pasteurizado, y la de Juanes, si buscas algo más ‘Santana’. El sábado 15 de septiembre asistí al cuarto evento de la 40 Principales de Colombia que convocó a 60 mil personas en el Parque Simón Bolívar. Axel, Wamba, Airbag, Belanova, Moderatto, Alex Syntek, Miranda, San Alejo y Juanes montaron una fiesta que acabó sin un solo problema con el público, el cual a cada momento recibió ‘llamados a la paz’ por parte de los créditos locales.

Recuerdo que hace mucho tiempo vi un increíble reportaje en ‘El Mirador’ de Patricio Bañados donde recorrían la sierra colombiana buscando el pueblo de Macondo. Lo notable es que en cada pueblo se contaban historias tanto o más insólitas que la de la familia Buendía, y todos los campesinos aseguraban que conocían Macondo.

Eso es Colombia. Sólo acá pudo haber existido una figura como la de Pablo Escobar Gaviria, el mayor narcotraficante de todos los tiempos, idolatrado por muchos y temido por aún más. Pablo, la leyenda, hizo lo que quiso con su país: desde tener un sillón en el Congreso hasta una cárcel con rejas de oro. Hoy en día, los colombianos tratan de olvidar su pasado doloroso y de eliminar la huella imborrable de Pablo. Cuando les mencionas su nombre en un taxi, no les parece muy buena idea.

Sólo en Colombia pudo haber existido un tipo tan lleno de contrastes. Pablo Escobar también era Colombia. Y nada más colombiano que negar eso.

Wednesday, September 12, 2007

A Dios le Pido

Juanes lanza 'La Vida es un Ratico', su cuarto disco, este sábado en el Parque Simón Bolívar de Bogotá, Colombia.

Su single, 'Me Enamora' (un magneto que no podrás dejar de cantar por 3 meses), se lanzó el 4 de septiembre al mismo tiempo en 78 países, y ya es número 1 en muchos.

Dicen que en este nuevo trabajo, el hombre arriesgó su bien ganada reputación como baladista por buenas dosis de guitarreos a lo Santana. ¿Será verdad?

Ya lo sabré. Este sabado tendremos una conversa. Nos vemos a la vuelta. No, no traeré café. De lo otro, menos.

Tuesday, September 11, 2007

¿Visitas Inesperadas?

Se convirtió en comentario obligado entre los amigos y los no tanto: la Sodamanía, y la Police-histeria, con la consecuente ausencia de un SUE u otro evento más anglo, convirtieron a la agenda musical del segundo semestre en una imagen árida, muy distante del atestado panorama del año pasado.

Es más: si restamos la recargada lista de visitas latinas (desde Julio Iglesias a Molotov; de El Otro Yo a Miguel Bosé, pasando por Miranda, Vicentico, Calamaro, Attaque 77 y los ases Don Omar y Daddy Yankee), lo que queda es bien desolador: hip hop con Method Man, rock con Incubus, electrónica con Chemical Brothers en Creamfields (¿cruzarán la cordillera LCD Sounsystem y 2 Many DJ’s?) y la legión shúper con Caléxico.

Con certeza, el mayor gol lo consiguió la productora Fénix al levantarle el festival alternativo de noviembre a DG Medios; ya no será SUE: el del 2007 se llama ‘Fenix Festival’ y por ahí pasarán Starsailor (ojo, yo los vi el año pasado y son muy buenos), Travis y los sobrevalorados The Killers. En paralelo, DG Medios atinó bien con traer a Bjork; eso sí, llenar San Carlos de Apoquindo no va a ser nada de fácil….cuidado con mandarse un ‘Lily Allen’…

¿La mayor frustración del año? Arctic Monkeys, por lejos. El 24 de octubre, la banda del año pasará por Buenos Aires y nosotros miraremos de lejos. Una pena. Además, mención honrosa para Catpower, Anthony and the Johnsons y Feist que pasarán sólo por Brasil, en el Tim Festival más débil que han organizado los cariocas.

Y bueno, mientras ya nos resignábamos a que el 2007 cerraba sus visitas, surgen novedades interesantes: Brasil confirmó la realización del festival ‘Planeta Terra’ en Sao Paulo para el 10 de noviembre, el cual incluirá a Devo (que cancelaron acá), The Rapture, Datarock, Lily Allen, Cansei de ser Sexy y Kasabian. Algo tendrá que salpicar… ¿ o no?

Más aún: este fin de semana, La Nación de Buenos Aires confirmó que, a falta de SUE, los ché tendrán otra edición del Personal Fest el próximo 7 y 8 de diciembre. Para el evento se dieron por confirmados los nombres de Fischerspooner, Coco Rosie y….Wilco! Sí, la banda de Jeff Tweedy llegará en su mejor momento a Sudamérica para defender el sólido ‘Sky blue sky’. Más nombres deberían confirmarse en el corto plazo.

¿Si creo que van a hacer algo parecido acá? Nahhh, no nos mintamos. Pero lo que sí puede ser es que algún productor pequeño atine. Wilco puede llenar un teatro Teletón u Oriente con tickets caros sin problemas (y meter a mucha más gente que The Magic Numbers) Todo depende de sus honorarios.

La última palabra no está dicha. Todavía puede caer alguna sorpresa.

Monday, September 10, 2007

Britney, Te Usaron

‘Britney Spears no decepcionó: estuvo horrible’ (el diario New York Times de hoy)

En el segundo final, sus labios esbozaron ‘Thank You’, pero en su rostro se leía ‘Sorry’. Britney Spears lo tenía más claro que todos: había hecho un papelón, una de las más lamentables presentaciones de todos los tiempos en unos premios MTV, uno de esos momentos que definen una época como JFK o el terremoto del ‘85; algo así como “Oye, ¿qué estabai haciendo cuando la Britney hizo ese show tan malo en los premios?”….

50 Cent y P. Diddy miraban con cara de asombro. Britney Spears, la misma que la rompió en los VMA ’99 vestida de colegiala (en una performance doble con N’sync), la misma que nos erectó a todos cantando ‘I’m Slave 4 U’ con una boa y claro, la misma que se dio un pato con Madonna en los VMA del 2003. Reducida a una parodia de sí misma: a una Karla Constant con peluca rubia.

Pero, ¿saben qué? Britney es un chivo expiatorio. No es ningún hallazgo volver a repasar sus movimientos en Prózac, su nulo interés en al menos simular que está cantando la canción o su extinto abdomen plano. Eso ya lo sabemos. Y eso es lo que tapa la verdadera noticia: los premios MTV agonizan.

Desde ese nefasto traslado de Nueva York a Miami en el 2004, la ceremonia ha ido de mal en peor: ese año, la carencia de un conductor central transformó la premiación en caos; el 2005, Puff Daddy hizo el loco as usual y el año pasado Jack Black confirmó que sin un buen guión delante suyo, está en problemas.

La premiación del año pasado fue particularmente extensa y los ratings, muy malos. Por ello, la resolución para el 2007 fue reducir la premiación de 3 a 2 horas, eliminar varias categorías (todas las de estilos musicales: dance, R&B, hip hop, rock y pop, además de las distinciones técnicas como efectos especiales, o dirección artística) y, según los mismos organizadores, ‘priorizar el show en vivo’. Con el mismo fin se anunciaron múltiples performances, las que auguraban unos VMA’s diferentes.

Tras el Britneygate, vino el desastre. Había un escenario principal, y el grueso de los shows se daría en múltiples lugares del Palms Hotel de Las Vegas. Hasta ahí no había rollo: recordaba viejas performances en exteriores de The Killers, Mariah Carey y otros; el problema es que el show para la TV fue planteado como un zapping permanente, en el que ninguna presentación era transmitida completa. Así, la cámara se iba a ratos con la fiesta de Kanye West; luego, a la de 50 Cent, Justin Timberlake y Timbaland; y a veces, a la de Fall Out Boy con sus protegidos, los Gym Class Heroes.

Por otra parte, el nuevo gurú musical inglés, Mark Ronson, amenizó la velada en el escenario principal (¿no iba a ser Timbaland?) con interludios de 30 segundos (sí, 30 segundos) en los que se hizo acompañar por Akon, Adam Levine de Maroon 5 y Robin Thicke. Un verdadero desperdicio, ya que eso sí daba para mucho más.

¿Y las categorías? Entre lo de Britney y el recorrido incesante por las suites sin quedarse con ninguna, la premiación como tal acabó convirtiéndose en un cacho. Ni el Festival de Viña hubiera logrado que una entrega de galardones pasara tan a segundo plano.

Para redondear el desastre, sólo dos datos más: Kanye West rejuró que no volvería a unos VMA’s tras irse a casa otra vez con las manos vacías; y por otro lado, la penosa pelea entre los ex de Pamela Anderson, Tommy Lee y Kid Rock, quienes fueron sacados por guardias del recinto, mientras Alicia Keys tocaba ‘Freedom’, quizás la mejor actuación de la noche.

Los medios se han apurado en esbozar sus teorías: se supone que en un mundo donde puedes ver lo que quieras cuando quieras en youtube, la opción de MTV fue ‘crear momentos’ para que después tú los revisaras en profundidad en tu computador; sin embargo esa alternativa redujo los premios a una chacra: hoy parece mucho menos relevante quién gana ‘mejor nuevo artista’ (y eso que ese moonman se lo han llevado Nirvana, Fiona Apple, y Eminem, entre otros). En cuanto a los shows, tal vez los ratings no son lo que eran ni lo serán más porque ahora la TV compite directamente con el PC. Pero para lo que nos hacemos el tiempo de ver la premiación, lo mínimo que esperamos ver es una performance completa.

Yo pensaba que sólo en Latinoamérica teníamos la queja recurrente pero anoche, en las fauces mismas de la bestia, Justin Timberlake dijo lo que todos deseábamos escuchar: “Queremos ver más videos en MTV”.

Claro, queremos más videos en MTV y queremos una buena ceremonia. Si hasta Britney Spears se dio cuenta de lo pésima que fue esta entrega de premios, entonces es un buen momento para hacer los cambios.

Wednesday, September 05, 2007

El Gen del Pop

Parecía que estaba escrito: Lily Allen nació para ser estrella. Padre comediante (el ‘Fernando Alarcón’ british), mamá productora de cine y padrino legendario (el difunto Joe Strummer, voz de The Clash). De su corta existencia ya se ha hablado mucho, llevando los hitos de su vida a status de cliché: recorrido por innumerables colegios, laburo ocasional de dealer en Ibiza, y claro, sus canciones expuestas en myspace, transformándola en popstar global.

Es como si Lily nunca hubiera tenido una vida normal. Sin embargo, el primer encuentro en persona es con una péndex que no puede pasar más piola: son las 17.35 horas del sábado 01 de septiembre y ella acaba de bajar al primer piso del Hotel Sheraton tras una larga siesta. Llegó a las 13 horas desde Buenos Aires y luce como esas personas que están TAN cansadas que ya no computan y dicen a todo que sí. Su polera laaarga roja y moño casual dan la sensación de que sólo le falta una almohada y el ‘tuto’.

Lo único que pide Lily es que no le saquen fotos, y se comprende perfecto. Nada de diva: es un recurso humanitario para sus ojeras que luchan por no ser protagonistas de su rostro. Tenemos 10 minutos para conversar y me toca compartir la nota con un negro gringo muy amable. A Lily se le saluda con la mano, nos sentamos y es lo más cerca que estaré de ella: tiene un gran lunar en el hombro, un mini tatoo de Homero Simpson en la muñeca izquierda, un exquisito acento british y una reiterativa mueca risueña.

Al segundo se hace evidente su pedigree en el entertainment: Lily tiene timing de comedia y cada línea que lanza tiene un remate. Parece sincera cuando habla de las cosas que le sorprenden de cada país; cuenta la razón real de cómo sabía de Chile (“De niña jugábamos un juego en el auto con mi mamá: ella decía un país y yo tenía que decir la capital, y siempre me acordaba de que Santiago estaba en Chile”), le declaró su amor al reggaeton, y fue lúcida para explicar su odio a Bush (“Algunos dicen: ‘Ella no debería opinar’, pero de algún modo ese gobierno es como el jefe del mío, así que sorry, pero siento que tengo derecho a hablar de alguien que tiene tanto control sobre como vivimos nuestras vidas”).

Lo último que hablamos es sobre su padrino, Joe Strummer. Lily se sorprende al saber que estuvo haciendo una película en Chile (‘Docteur Chance’, 1996), y dice que sólo entendió su enorme relevancia cuando estaba en su funeral. “La imagen que tengo de él es de un tipo tan ‘unpretentious’, siempre con su sombrero y tomándose algo con mi papá”, relata…

Como pocas veces, el tiempo se hace escaso. Lily tiene mucho para decir, y con diez minutos no alcanza. Me quedo medio frustrado, aunque con mi disco autografiado.

Cuatro horas más tarde estoy en el Arena Santiago. Fiel a TODOS los pronósticos, el lugar está lleno en un 25%, y la barrera que separa la cancha normal de la VIP, se convierte en la más absurda en la historia de los megaeventos en Chile. Se rumorea que las canchas se transan afuera del lugar a luca. Con esto seré muy breve porque la discusión es super simple: en un mundo así de globalizado, es EXCELENTE que traigan a los nombres que la están llevando en mercados más exigentes (¿Arctic Monkeys en Buenos Aires? Ese es un GOL), pero era obvio que sólo con dos hits rotundos, poner a Lily Allen en un lugar tan grande era un suicidio. El Teatro Caupolicán era la dosis, o por último, un Teatro Teletón bien caro para las pelolais.

El show fue calcado al del Luna Park. Lily entró con ‘LDN’ y luego, la cadenciosa “Nan, you’re a Window Shopper”. De vestido repolludo azul marino, zapatillas, con un copete en una mano y cigarro tras cigarro en la otra, la teen queen comenzó a hacer pausas cada vez más extensas entre tema y tema para compartir con la gente, cual show de stand up. La espléndida “Shame for You” y “Everything’ s Just Wonderful” completaron la postal de ska y dub, antes de la pausa melódica con ‘Littliest Things’, quizás lo más convencional de su primer esfuerzo, ‘Alright, Still’.

Para presentar ‘Not Big’, un texto predecible: ‘¿Tienen el pene grande los chicos de Chile?’. Las pelolais se dividieron entre las que no entendieron y las que hicieron como que no entendieron. Uno de los mejores momentos llegó con la primera versión: ‘Gangsters’, de los héroes ska, The Specials. La eficiente banda de Lily (bajo, batería, guitarra, teclado, 3 vientos) marcó el pulso del show con oficio en tracks como ‘Friday Night’ y ‘Knock’em Out’, hasta llegar a la explosión de los pocos asistentes con ‘Smile’.

De regreso a la cancha, Lily regaló ‘Oh, my God’ de Kaiser Chiefs, ‘Heart of Glass’ de Blondie (la mejor del show) y una que el público exigía a los gritos: ‘Alfie’.

Sigue siendo un orgullo y un agrado recibir a los artistas cuando son realmente relevantes. Creo que es algo que los que pasamos los 25 años valoramos aún más. Lamentablemente, eso debe ir de la mano de una proyección real de su público. De lo contrario, tendremos que agregar un apartado a los resúmenes de fin de año: ‘el mejor show que nadie vio’. Hasta acá, Lily Allen va ganando.