Touch the Sky
A ver, primero lo primero: Kanye West es un GENIO. Dejemos eso establecido. Si no piensas igual, entonces deja de leer esto ahora.
Si la historia de Kanye no existiera, alguien tendría que inventarla. Claro, porque las múltiples aristas de su arribo a la cima son épicas: desde su salto de productor talentoso en las sombras a estrella imbatible en escena, pasando por sus muy sabrosos entredichos en las más diversas situaciones (¿Les suena ‘George Bush doesn’t care about black people’?).
La arrogancia y egocentrismo de Kanye West marca un antes y un después en el mundo de la música. Lo que antes era una curiosidad, hoy es su marca registrada: Kanye se compara con Mohammed Ali, se retrata como Jesucristo en la ‘Rolling Stone’, le dice a la revista que se rebaja si no evalúa sus discos con el máximo de 5 estrellas, y cuando no le entregan los premios que cree merecer…uf.
Tras perder la categoría de ‘Mejor Nuevo Artista’ en los Grammy del 2005, Kanye volvió a la ceremonia el 2006, multinominado. Tras quedarse con el galardón a Mejor Album de Hip Hop, sólo dijo: "Muchos esperaban a saber como reaccionaría cuando me fuera a casa con las manos vacías. Bueno, por lo visto, nunca lo sabremos”…
¿Porqué tanto rollo en torno a un solo tipo? Porque este es el ejército de un solo hombre. Porque, asumámoslo, el hip hop es el género musical que controla los charts y ventas en el mundo y muchos parecían verlo dando vueltas sobre sí mismo, sin ideas frescas y plagado de ‘niggas’ disfrazados de delincuentes en serie, cuyo mayor momento de iluminación era poner autos, armas y culos en sus videos.
Hasta que llegó Kanye West.
‘Graduation’ es su tercer y muy calculado trabajo oficial, tras ‘The College Dropout’ y ‘Late Registration’, dos clásicos instantáneos del hip hop. La sucesión de exitazos en esas dos placas te deja sin aliento, de rodillas y provoca que llores de alegría renovando tu fe en la música popular. Ejemplos:
The College Dropout: All Falls Down / Jesus Walks / Slow Jamz / Through the Wire
Late Registration: Heard’em Say / Gold Digger / Touch the Sky / Crack Music / Celebration
Ahora, tal como lo anunció hace tres años, el plan de control global se cumple con ‘Graduation’. Y, oh sorpresa, es un disco glorioso, que hace desear haber nacido negro y tener un sentido del ritmo y la melodía así.
La nueva placa de Kanye incluye al típico osito de sus portadas, pero esta vez el estilizado cover fue diseñado por el taquillero japonés Takashi Murakami, el Andy Warhol oriental.
¿Y las canciones? De partida, West se olvida de esa indeseable práctica del hip hop que son los skits o interludios, para centrarse en la pura música. ‘Good Morning’ abre los fuegos con aroma a declaración de principios, invitándonos al día en que él recibe su diploma de imprescindible.
Pero es en ‘Champion’ donde esta placa devela su naturaleza. El flow imparable y aire soulero de Kanye le ceden espacio a un sintetizador de tono inequívocamente ‘eighties’, que es el verdadero protagonista de ‘Graduation’. West no busca el homenaje vintage ni hacernos creer que él invento ese sonido: lo del moreno es el reciclaje, la cita precisa que haga juego con sus beats enfermizos.
Al llegar a ‘Stronger’, el single basado en ‘Harder, Better, Faster, More’ de los Daft Punk, llegamos a la esencia de su música: el conocimento enciclopédico, la nueva interpretación de la música popular, pero planteada desde su puño y letra. En este ‘pop candy’ abundan referencias a Giorgio Moroder, pero lo más relevante es que crea algo genuinamente nuevo sobre la base de otra cosa ya existente.
Si a alguien le quedaban dudas de su versatilidad, West se vuelve a mostrar frágil e íntimo en ‘I Wonder’, una lenta en piano que permite bajar la guardia, respirar hondo y luego alcanzar la cima con ‘The Good Life’, ese mid tempo con un irresistible vocoder de T-Pain, otro emergente descubrimiento que Kanye saca a la luz pública tal como ocurrió con Lupe Fiasco.
De ahí en más, se hace complejo mantener tal nivel de maestría. De hecho, ‘Can’t Tell me Nothing’ no sorprende con su línea dura y aire a letanía, y Mos Def decepciona en la insulsa ‘Drunk & Hot Girls’. Sin embargo, Kanye vuelve al podio con la enorme ‘Flashing Lights’ un notable ejercicio de minimalismo a puro beat a la Funkadelic y teclado 80’s. Wow.
La épica ‘The Glory’ le cede paso a ‘Homecoming’, la hypeada colaboración con Chris Martin de Coldplay, que trae un estribillo sabroso, aunque a mí se me hizo algo reiterativa. El último experimento se llama ‘Bittersweet Poetry’, y ahí Kanye hace dupla con John Mayer, y se aprovecha con pericia de su cachondo registro.
Kanye West no firma necesariamente su mejor disco, pero mantener el nivel de los anteriores ya era muy difícil y lo consigue. Las ideas siguen surgiendo sin cesar de su hiperventilada cabeza: es capaz de mezclar en su obra esa estereotipada imagen de tipo soberbio con la sensibilidad, dudas y espiritualidad de un verdadero artista; no es artificial escucharlo cantando en una misma estrofa sobre la cruz de Cristo y bolsos Louis Vuitton. Esa contradicción vital es la que lo define.
Si West no tuviera canciones con las que sostener ese ego abrumador, no pasaría de ser un payaso mediático; lo que asusta es que las tiene, son muchas y parece haber aún más. A un lado 50 Cent, Jay Z y Nas! 2 Pac y Biggie sonríen desde algún lado. Hay un nuevo rey en el pueblo.