Yo No Sé Nada del Mundo

Pero el Viejo Zorro Bob nunca se la dio fácil a nadie, y hasta nuestros días, jamás asumió ese papel. A otro perro con ese hueso.
Hoy, varios Kurt Cobain después, nadie está muy interesado en ser ‘la voz de los sin voz’. Y en Chile es igual: Alvaro Henríquez, el más importante compositor de canciones de este país, no está dispuesto a representar a nadie más que a sí mismo. En esa misma lógica, parecía que el sábado 20 de junio, Alex Andwandter diría algo importante. Pero no.
Seamos concretos: Teleradio Donoso es la banda nueva más importante de Chile. Tienen versatilidad, talento interpretativo, control total de su carrera, y lo esencial: canciones más grandes que el Templo Votivo de Maipú. Faltaba la presencia escénica y con su segundo disco, lo consiguieron: Alex se sacó los lentes de Rivers Cuomo, dejó el lugar estático en el piano para estar más cerca del público y se propuso mover las caderas de sus fans sin necesidad de blin blin.
Esa noche, la ocasión no podía ser mejor para tomar la posta. El Teatro Oriente estaba a tope y se anunciaba el concierto más producido en la breve historia de TRD. A las 22:30 se apagaron las luces y las penumbras se extendieron por más tiempo del esperado. La sucesión de teclas dio paso a la voz de Alex quien emergió desde el fondo del teatro y caminó entre el público hasta llegar al escenario. De rojo total (igual que Patton en el Download!), el frontman se mandó una ‘Granada’ lacrimógena, extendiendo hasta el infinito eso de ‘Lloraaa Bailandooo ….volaaar’. Eso sí, en medio de una estrofa se produjo un curioso muteo de los instrumentos. Mmm.

El vocalista se asincera. Saluda a la gente, pregunta cómo estamos, y dice: ‘teníamos todo preparado y ensayado, y en el primer tema se fue todo a la mierda’. Su honestidad brutal es contraproducente: si bien se notó algo anormal en la partida, muchos creyeron que era parte del show y además, la gente ya está entregada. Alex simplemente no puede con su condición de control freak. En rigor, la frase no es para el público: es para sí mismo.
(‘Yo Siempre Fui de Ideas Fijas’) A los aires country de ‘Un Día Fui a Pasear y no Volví’, le sigue la poderosa ‘Máquinas’. Con pelo new wave y la acústica entre sus manos, Andwandter consigue el primer karaoke masivo de la noche. El set de lentos acaba con la AOR ‘Sed de Mal’, una joyita pop que permite el lucimiento de la batería de Juan Pablo Wasaff y el piano de Marcos Meza.

('Los Hombres estamos Rotos en Mil Pedazos') Los latidos bajan, pero no tanto. El midtempo ‘Eres mi Persona Favorita’ da la transición a otro par de lentos (la extensa ‘Gran Santiago’ y ‘Cuando Salga el Sol vas a ser un Recuerdo’). La idea parece ser agotarlos todos antes de convertir esto en una pista de baile. Dicho y hecho: sin previo anuncio, el pianito a lo The Clash anuncia ‘2, 3, 4, 5, 6’, pero lo que no podíamos anticipar es la irrupción de Gepe a la primera voz. Daniel Riveros es tan fan de Jorge Gonzalez como Alex, por lo que se apropia de la canción y la interpreta hasta con falsetes y onomatopeyas.
Durante esta parte del show no hay descanso. Los tracks se suceden sin interrupciones, como un solo largo track. La suite incluye ‘Bailar y Llorar’, ‘Cama de Clavos’ y ‘Eramos Todos Felices’. Pura fiesta. Por cierto, a estas alturas ya estamos todos parados. Incluso a algunos les comen los pies por subirse arriba de las butacas. Este es el plus que hace de TRD una banda separada del pelotón: la intención. Propósito, búsqueda, objetivo, resolución. Parece arte, pero es matemáticas.

Parece que es el fin, pero no. Hay una salida final, y como ya es habitual, Alex homenajea a una de sus inspiraciones, la más clara del último tiempo: suena ‘Purple Rain’ de Prince. El cierre llega con ‘Un Día te Vas’, como buscando una progresiva baja de pulsaciones que permita bajarnos plácidamente del carrusel. Siempre esperamos que alguien nos diga lo que tenemos que hacer. Alex Andwandter sabe de sus penas y de cómo exorcizarlas. Pero no le pregunten nada más. No le interesa. En el fondo, tiene razón.