La Procesión va por Dentro
- “Qué fome eres. ¿Cómo no te paras y bailas? Tienes a Kevin Johansen al frente”.
- “Créeme: lo estoy disfrutando mucho. Más de lo que puedes imaginar”
Pocas veces en mi relación con la música me tocó estar desde ‘el otro lado’, del lado de la producción, del marketing, de crear las condiciones para que un artista crezca y se desarrolle en un entorno (por favor, no digamos ‘mercado’….qué fea palabra). De hacer todo lo que no tiene que ver con la composición misma de las canciones y que muchas veces tiene tanta o más importancia que las creaciones.
Durante 18 meses (2003-2004) promoví a los artistas del catálogo en inglés de Sony Music. A mí me tocó editar y difundir discos nuevos de artistas como Travis, George Michael, Cypress Hill, The Offsrping, Duran Duran, Prince, Aerosmith y muchos otros. Seguramente los que recuerdo con más cariño fueron los exitazos con Evanescence y Franz Ferdinand, y el especial, muy especial trabajo con Kevin Johansen.
Por ser el chico anglo del team de marketing, era muy poco lo que yo podía hacer al no contar a voluntad con mis artistas para organizarles actividades y acercarlos al público; el encargado del área latina, en cambio, estaba dotado de un catálogo implacable lleno de nombres fuertes de la escena, más allá del gusto personal de cada quién (Chayanne, Arjona, La Oreja de Van Gogh, Shakira, Ricky Martin y podemos seguir..). El recibía visitas promocionales de sus artistas a cada rato, y eso acababa por reflejarse en las ventas y popularidad de sus nombres. Mientras tanto, yo sólo lograba gestionar escasas entrevistas telefónicas y desmotivarme progresivamente ante una pega que cada vez se parecía más a los ‘trabajos de escritorio’ que le dan a los policías cuando son castigados.
Hasta que un buen día, mi jefe apareció en mi oficina con un disco llamado ‘Sur o no Sur’. “Quiero que lo trabajes tú”, me dijo. Repliqué desorientado que yo sólo trabajaba artistas anglo y que este era un argentino y el disco tenía título en español. “Escúchalo y después hablamos”, concluyó. Era septiembre del 2003.
Claro, al escuchar lo entendí todo: Kevin Johansen era una coctelera andante. Cantaba en tres idiomas, era capaz de hacer folklore, cumbia, malambo, funk y baladas; y sus letras estaban dotadas de un elemento humorístico que de inmediato dividía a las personas entre quienes lo encontraban un freak atractivo y la intelectualidad que habló más tarde de una ‘carencia de peso’. Nunca antes habían convivido James Brown, Leonard Cohen, Sergé Gainsbourg y Les Luthiers en una misma obra. Hasta ahora.
El trabajo fue cualquier cosa menos fácil. Kevin era un rarito que en Argentina se había encontrado con el éxito de improviso gracias a la presencia de su hit, ‘Down with my Baby’ en las escenas de Celeste Cid en la teleserie ‘Resistiré’. Pero nuestros jefes argentinos (los hijos de puta más grandes que conocí en mi vida, y no es broma) obligaron a que el primer single para Chile fuera ‘Sur o no Sur’, un tema de casi seis minutos que no era de fácil entrada. En resumidas cuentas, un cacho: las radios juveniles lo encontraban adulto, las más tradicionales lo encontraban raro, las latinas decían que cantaba en inglés….y así. Poco a poco, hicimos entrevistas telefónicas y comenzó el boca a boca. Una publicación por aquí, otra por allá, y con trabajo de hormiguita empezamos el ruido mediático.
Se hizo necesario dirigirse a los lugares correctos. Para eso, me acerqué a la radio Concierto. Invité a su director a ver a Kevin a Buenos Aires, pero no podía. Así que me fui con Mónica Rodríguez, la productora de la radio, a verlo al teatro Gran Rex. Ambos quedamos fascinados. Tuvimos nuestro primer acercamiento con él antes del show, conocí a Adrían (su manager, un tipazo) y ella le hizo una mini entrevista. Con el tiempo, Kevin se convertiría en un habitué del público de la Concierto y por extensión, de las radios del target (Zero, Horizonte, etc.)
De regreso a Santiago, volvimos a la carga pero esta vez el single escogido fue ’La Procesión’. Mi canción favorita de Johansen y un rotundo fracaso en airplay radial. Yo me sentía muy frustrado: creía que pasaban cosas con él, todos los que sabían de mi trabajo me hablaban maravillas de Kevin, y yo mismo también estaba convencido de que no había ningún problema de idiosincrasia: era un tema de tiempo, y de singles mal elegidos. Hasta que ocurrió algo.
La productora La Oreja se la jugó y apostaron por traer a Kevin en octubre de 2004 al Teatro Oriente. Un mes antes habría visita promocional y teníamos que armar una contundente agenda de prensa. Así fue: todos nos exigían notas con él, los periodistas me pedían su disco y logramos que se presentará en el programa de TV, ‘La Ultima Tentación’ (Pato Subiabre, de La Oreja tiene harto que ver en toda esa historia). Nunca me había tocado compartir de forma tan cercana con un tipo tan cálido, amable y dispuesto. Ahí vi como es para un artista tener que contestar con la misma cara de seductor (o de póker, según el personaje) las mismas preguntas 40 veces al día, como si se las hubieran hecho por primera vez. Comimos, carreteamos y compartimos anécdotas. Nunca olvidaré el día en que lo llevé a conocer el Teatro Oriente, y ver su cara de susto. “¿Vendrá gente?”, preguntaba él en voz alta…
El día del show de Kevin también se presentaban en Chile otros artistas: en el Teatro Providencia estuvo Molotov, y más tarde en la Blondie, venía una emergente banda argentina que la estaba empezando a llevar. Miranda! se llamaban…
El nervio era enorme pero el teatro se lleno. Kevin quedó feliz, la productora salvó con la plata, y yo me fui a mi casa (bueno, a la Blondie, en verdad…) con la satisfacción de que no estaba equivocado, de que realmente Johansen tenía un público acá en Chile, y que su público podía incluso crecer más.
Fast Forward: Kevin se fue a Baires pero ya había adelantado que venía un nuevo trabajo, llamado ‘City Zen’. Su premiere en Chile fue en un pituco pub de Avenida Las Condes en febrero del 2005. Ahí nos reencontramos, aunque yo ya no formaba parte de la naciente Sony/BMG. Y como dice la canción, ‘desde que te perdí, tomamos unas cañas por ahí….’ Lo vi una vez más con mi hermana en uno de los dos shows que dio a tablero vuelto hace dos años en el Teatro Oriente.
El miércoles de esta semana, volví a encontrarme con una parte de mi historia. Kevin vino a mostrar ‘Logo’, su más reciente esfuerzo. Eso sí, estuvo bien sazonado con sus grandes éxitos. Lo más bonito de todo es que el lugar era el Teatro Caupolicán, y casi cuatro mil personas estaban ahí por él. Ahí me dieron lo mismo las malas decisiones del sello, las críticas livianas y mala leche de la prensa, y la resistencia de ciertos medios de comunicación por su obra.
Por eso, cuando me invitaste a bailar, dije sí. Porque Kevin Johansen hace que hagamos cosas que no hacemos siempre. Porque hace que salgamos del concierto con una sonrisa de oreja a oreja. Y así me fui yo.